lunes, 11 de noviembre de 2019

¿MAS DE LO MISMO?


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¡NO! No queremos otra banda de congresistas coludidos con la mafia y de espaldas a la necesidad ciudadana. ¿pero que podemos hacer para evitarlo?
El cierre de congreso fue un gran paso para combatir a la mafia enquistada en dicha institución, encargada de bloquear, con su mayoría absoluta, las acciones del ejecutivo dirigidas a expulsar esos agentes de la corrupción instalados en las instituciones del Estado, así como de blindar a los mismos bajo el manto de la inmunidad.
La gran pregunta que muchos se hicieron fue: ¿será el próximo congreso mejor que el anterior? ¿Cómo podemos garantizar que esta vez tendremos unos congresistas honestos y que realmente representen los intereses de sus respectivas comunidades ciudadanas?
Jason Brennan, filosofo norteamericano, respalda la atrevida alocución que Carlos Mesía, constitucionalista, hacía desde el congreso del Perú: “al pueblo no se le hace caso, al pueblo se le gobierna”; a su vez Brennan coincide con Sócrates en la idea que la democracia es un sistema defectuoso, el postulaba que no era la cantidad, el pueblo, la masa, lo que definía un justo sistema de gobierno, sino la calidad de los que deciden; solo que Sócrates lo hacía criticando la manipulación que algunos con intereses de poder hacían de la masa ciudadana, ¿no nos suena algo conocido?.
Esta visión elitista de gobierno nos ha perseguido desde los inicios de la república, o más bien deberíamos decir, desde los inicios de la historia; en el principio de los tiempos quienes tomaban el poder de sus comunidades eran los mas fuertes, capaces de cazar y conseguir alimento para su grupo humano, así como capaces de luchar para defenderlos de los depredadores, luego surgieron los especialistas, aquellos que adquirieron los conocimientos acerca del tiempo de siembra y cosecha, sobre el movimiento migratorio de los animales, sobre los cambios climatológicos, etc. los cuales se mezclaron con otros grupos que crearon supersticiones y cultos religiosos, mas tarde fueron sometidos por los propietarios de las tierras usurpadas por propia iniciativa, para luego delegar el poder en una aristocracia monárquica, supuestamente entronada por un poder divino; con el advenimiento de las repúblicas, cambiaron las caras, cambiaron las formas, ahora algunos reconocidos como ciudadanos tenían derecho a votar cada cierto tiempo, pero el sistema siguió delegando el poder de decisión en manos de una elite política.
La idea de fondo en este pensamiento es que la mayoría, el pueblo, la gente común, no entiende nada de política, ni del manejo de la economía, ni del interés publico o la seguridad nacional, por tanto, mal podrían tomar decisiones al respecto, de allí la necesidad de que se faculte a los “especialistas” a tomar las decisiones que son las mejores para el bienestar general.
Afirmación que esconde una verdad a medias, lo cual resulta en una efectiva mentira muy conveniente para la conservación del sistema.
Es muy cierto, por supuesto, que no todos somos entendidos en muchos campos usuales de gobierno, la mayoría de ciudadanos comunes no tiene las capacidades suficientes para tomar las decisiones de estado que pueden ser requeridas, pero tampoco esto quiere decir que debemos dejar en manos ajenas dichas decisiones, porque nada tampoco nos garantiza que aquellos a los que designemos tengan mejor criterio que nosotros, a las pruebas me remito, hemos elegido algunos congresistas que vagamente podemos afirmar que pasaron por una escuela y sin embargo merecieron nuestros votos; pasamos entonces a poner en tela de juicio la capacidad del ciudadano común, no solo para tomar decisiones de estado, sino para elegir correctamente a sus representantes.
¿Es cierto entonces que la democracia es un sistema fallido?
Comencemos por reconocer que como seres humanos somos falibles, tenemos una tendencia a equivocarnos de muchas maneras, aprendemos en el camino; ¿Cómo relativizamos esto dentro de un sistema democrático?; dos soportes son necesarios: primero, cuando se colectivizan las decisiones se tiende a corregir las falsas apreciaciones que puede acometer un individuo, dos cabezas piensan mejor que una, cuatro, seis o más crearan más puntos de vista y una mayor discusión acerca de un asunto, siempre guardando un necesario balance para evitar el burocratismo, que provoca un prolongamiento innecesario de las decisiones; segundo, los mecanismos de legitimación y control de las decisiones que toman nuestros representantes deben ser trasparente y directa en forma y tiempo.
Ciertamente, como afirmaba Sócrates, no es la cantidad sino la calidad de los votantes la que construye un buen gobierno, pero también tenemos la certeza de que la única manera de elevar la calidad de nuestra ciudadanía es la adquisición del conocimiento,  el conocimiento que esta fundado en dos pilares: educación e información; entendemos ahora que, si ambos medios están en manos de la elite que disfruta los privilegios del poder, no cederán graciosamente su cuota de poder solo para favorecer a una mayoría.
Es decir, la calidad de los votantes solo podrá elevarse apoyándose en la cantidad de los mismos, solo bajo la presión de los de abajo se logrará que los de arriba expandan el alcance del conocimiento hacia la mayoría ciudadana.
¿Entonces debemos esperar el brote de una revolución ciudadana, que fuerce una educación masiva de buen nivel y el flujo continuo de información, para pretender haber arribado a una democracia plena?
Como hemos comprobado, una y otra vez, tanto en el ámbito político, como en la vida diaria, una avanzada educación tampoco garantiza integridad de las personas, conocemos individuos con los mejores títulos profesionales, que, sin embargo, si no delinquen, por lo menos cometen graves errores de apreciación; ningún ser humano es infalible, hasta el individuo más impoluto tiene debilidades.
Hay que volver a destacar, entonces, la mejor garantía de que las decisiones de Estado se tomen con honestidad, es que estas sean colectivizadas y que exista un mecanismo de control directo, con revocación inmediata; la masa ciudadana se puede equivocar, es cierto, pero, a fin de cuentas, es ella la que sufrirá las consecuencias de sus errores, y es más fácil que el conjunto de ciudadanos asuma sus errores y encuentre la manera de rectificarse, antes que una elite política privilegiada lo acepte y muestre su culpa.
Cerramos el congreso porque estábamos hartos de la obstrucción al gobierno y el blindaje a la corrupción, tenemos un proceso electoral a puertas para elegir un nuevo congreso, supuestamente vamos a elegir a personas con mayor valor para representarnos, también exigiremos que se hagan las reformas políticas necesarias para que nuestra representación sea legitima y por supuesto controlar que ninguno de los corruptos y quienes los blindaron regresen a ocupar una curul.
Sin embargo, el actual sistema electoral esta diseñado para favorecer a las dirigencias de las organizaciones políticas, de las cuales una gran mayoría son cascarones electorales, sin contenido ideológico, ni una vida política activa en comités locales, es decir son maquinarias creadas solo para conseguir votos en tiempo de campaña; y teniendo en cuenta, además, que muchas de estas dirigencias están enquistadas por grupos que buscan alcanzar sus propios intereses; nos atrevemos a pronosticar que tendremos nuevamente un congreso dominado por aspiraciones ajenas al bienestar ciudadano.
Es más, las cláusulas constitucionales nos obligan a mantener los congresistas elegidos por todo un periodo, aunque estos hayan cambiado sus preferencias políticas, faltado a sus ofrecimientos o se encuentren totalmente desvinculados de su comunidad de electores; lo que los convierte, en realidad, en propietarios de una delegación de poderes, por la cual han pagado durante la campaña electoral.
Acatando lo dispuesto por las regulaciones electorales, nuestro voto va direccionado hacia una determinada organización política, aun en el caso que, ejerciendo nuestro derecho al voto preferencial, marquemos nuestro voto por un candidato especifico, al pertenecer este a una determinada agrupación política, estamos adosando votos a la misma y por lo tanto dando oportunidad, mediante la cifra repartidora, a que salgan elegidos aquellos a los que no queremos apoyar, pero que tienen posiciones expectantes en su lista.
Es por eso, que ahora ciertos dirigentes, muy conocedores del tema, proponen en sus listas de candidatos a algunos personajes que pueden atraer la atención de los votantes, mientras que, por otro lado, aseguran en puestos privilegiados a sus allegados, los cuales garantizaran la defensa de sus intereses particulares.
Conociendo las trampas del sistema, nuestra opción es no enfeudar nuestro voto con una organización cuya lista incluya a alguno de los conocidos indeseables o algún nuevo rostro, pero que trae consigo investigaciones o acusaciones de graves delitos, tras lo cual, con seguridad, nos quedaran poquísimas opciones, teniendo en cuenta que estamos simplemente tratando de poner un parche a un sistema roto desde su base.
Es importante que nos demos cuenta como este sistema político electoral esta creado para retroalimentarse, que incluso pueden cambiar los rostros, pero no variaran los objetivos, es importante porque hay que trabajar en la construcción  de un nuevo sistema que garantice la correcta representación del bienestar público, acabar con la delegación de poderes a una elite supuestamente ‘profesional’ y convertirnos en los detentores del poder que por derecho nos corresponde dentro de una democracia; porque no importa si somos de derecha o de izquierda, la democracia plena garantiza el poder de la mayoría, pero con un responsable respeto al derecho de la minoría.
Porque el país necesita, no solo de una izquierda ilustrada y consecuente, marcando distancias con radicalismos e ideologías autoritarias, sino también le hace falta una derecha lucida y decente que entierre a la derecha bruta y achorada, que se ha ganado su titulo como consecuencia de sus fechorías.
La modificación del sistema político, trae profundas transformaciones que necesitaran incluirse en una nueva constitución, cambios imprescindibles dado el hecho que el presente sistema permite la reproducción de una situación política injusta e indeseable por la corrupción que anida en su interior, los ciudadanos nos hemos manifestado en contra
 y demandamos en voz alta: ¡¡NO QUEREMOS MAS DE LO MISMO!!

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