martes, 13 de diciembre de 2011

Como no creer en ti

Durante muchos siglos la religión ha significado, para las sociedades humanas, una fuente de poder, un poder ejercido inicialmente a raíz del monopolio del conocimiento, luego por el temor a la inmensa maquinaria represiva creada por el clero, la era del poder más absoluto ostentado por la iglesia católica fue durante el oscurantismo de la edad media, cuando hasta los reyes debían ser ungidos por la iglesia y el papa solía tener más poder que muchos de esos  reyes.
La edad del oscurantismo
Posteriormente cuando el renacimiento abrió las puertas a la ciencia, crearon el temor a perder la esperanza de salvación y de consuelo, sostenida por toda la parafernalia de la iglesia católica principalmente; sin embargo, conforme las mismas sociedades han ido desarrollándose al ritmo de la ciencia y la tecnología, y en las últimas décadas, conforme el conocimiento se está difundiendo cada vez más expansivamente dentro de todos los estratos sociales, en la era de la globalización, también se ha ido desnudando el carácter humano de la iglesia, con sus debilidades, su burocracia y también sus perversiones; esto ha significado para muchos la pérdida de la fe, y a través de la decepción de sus creencias algunos caen en un crudo agnosticismo que modifica toda su visión de vida y del mundo que les rodea, otros se dispersan entre las múltiples y diferentes iglesias que han surgido como alternativa, unas más modernas, con discursos más coherentes con la vida real en la actualidad, algunas veces con normas más flexibles, aunque siempre con las infaltables solicitudes de diezmos y donaciones como vía para alcanzar la salvación eterna.
La explicación de la vida
El hecho trascendente es que las personas siempre buscan aferrarse a una fe, algo que les pueda llevar consuelo y abra una brecha de esperanza en un camino inundado de incertidumbres y desengaños, ya que aún los más escépticos buscan su explicación en el espíritu humano. Porque está en el don del ser humano buscar su pertenencia y explicarse su existencia, por eso no acepta el hado de su destino, sino abre con pujanza el camino de su futuro.
Y  es que nadie puede explicarse la vida sin reconocer ese espíritu que le da impulso al ser; a cualquier persona le pueden amputar un brazo y eso no hace que deje de ser él mismo, incluso pueden implantarle un brazo ortopédico, o quizá un brazo sano de otra persona muerta, pero no hará que deje de ser él mismo, así mismo pueden amputarle las piernas y brazos sin que por eso deje de ser él mismo, pueden sacarle algunos órganos internos, un riñón, un pulmón, las amígdalas, los ojos, podrán trasplantarle el corazón, el hígado o el estómago de otra persona muerta, pero no se convertirá en esa otra persona, sigue siendo él mismo; ¿entonces, la pregunta sigue en pie… quien somos realmente?;como el cerebro es el que comanda mediante impulsos eléctricos y la red nerviosa todo el cuerpo físico, podríamos decir que la persona es su cerebro, pero aún existen muchos casos documentados donde individuos que han recibido daño cerebral severo han logrado recuperarse y continuar su vida nuevamente; por otro lado en el cerebro se encuentran los órganos de la memoria, donde se almacenan todos nuestros recuerdos, aprendizajes, experiencias y son las que forman parte del carácter y la personalidad del individuo, ¿pero son las memorias del individuo lo que hacen al individuo como tal?, ciertamente forman una parte muy importante de él, pero no son “el” individuo, la vida y la persona se inician mucho antes que el mismo tenga memoria; finalmente, la vida no se explica a través del cuerpo físico, porque en ese caso bastaría con unir una serie de órganos y extremidades, al más franco estilo del ficticio Dr. Frankenstein, para obtener un cuerpo sano y funcional, pero sabemos que no podemos dar vida a ese cuerpo inerte, por más eficientes que puedan ser sus órganos, sin esa energía vital que brinda el impulso esencial y conecta la materia física con el espíritu.
El cuerpo como la máquina más eficiente 
Podemos comparar el cuerpo humano con una maquinaria, muy sofisticada por cierto, con la capacidad de memorizar, aprender y racionalizar dentro de ciertos parámetros, también se autoalimenta de la energía para seguir funcionando, se reproduce a sí mismo y se auto repara de cierta manera, pero obviamente tiene un periodo de utilidad determinado por el desgaste de sus componentes; como cuando utilizamos una computadora, dándole ordenes a través del teclado o del mouse, podemos intercambiar sus piezas, pero seguirá siendo la misma persona quien la maneja, circunstancialmente puede estropearse la memoria, o borrarse el disco duro, es un hecho grave, y podemos perder toda la valiosa información que teníamos almacenada, quizá por años, si es que no tuvimos la precaución de hacer un respaldo, pero aún así no perdemos la identidad y seguimos siendo quienes controlamos la maquina, hasta que decidamos que ha cumplido su vida útil, la desechemos y pasemos a utilizar otra más moderna seguramente, pero siempre será el individuo quien pone en funcionamiento la maquinaria, por más moderna y eficiente que pueda ser, ninguna maquinaria puede funcionar sin las ordenes que las personas les impartimos, por lo menos hasta lo que nuestra tecnología ha avanzado en el presente.
Esta misma representación, es la que podemos tomar para explicar la fuente de vida, los cuerpos materiales son solo instrumentos que la energía del espíritu maneja, unos instrumentos son más sofisticados que otros, por eso nos permiten mayores performances, el ser humano es por ahora el más sofisticado instrumento que conocemos, el individuo que lo maneja sigue siendo el mismo aunque el instrumento se vuelva obsoleto y deje de funcionar; es ese espíritu, la energía vital cuya forma de existencia nos es inalcanzable, como muchos misterios del universo, porque nuestra ciencia no ha desarrollado aún lo suficiente para comprender, pero conocemos que existe; hace solo medio siglo atrás no podíamos imaginar la facilidad de conectarnos a internet en nuestro bolsillo por los Ipod, un par de siglos antes hubiera sido acusado de brujería por afirmar que el hombre podía trasportarse volando por los aires, o viajar por debajo del mar, mucho más antes era imposible imaginar un planeta esférico y que este no fuese el centro del universo, la ciencia va rompiendo cada vez más fronteras en el conocimiento humano, lo que antes nos parecía imposible es ahora materia común y lo que no podíamos siquiera imaginar es ahora una meta de mediano plazo; solo el tiempo puede poner límite a lo que nos falta aún por descubrir.
Dios como espíritu y fuente de energía
Nuestro Dios creador está representado por esa fuente fluida de energía inagotable, ya que por millones de años se ha venido expandiendo en miles de millones de individuos, sin que por ello pierda su potencia, y cada nuevo ser humano tiene la misma capacidad y viabilidad que todos los demás, del cual todos y cada uno de nosotros somos hijos y parte propia, hijos cuando tomamos posesión de un cuerpo material y parte cuando dejamos esta materia y nos reincorporamos al flujo de energía.
Nuestro Dios es todopoderoso, porque es capaz de manipular el universo material, como un instrumento, siendo el tiempo y el espacio conceptos materiales, flexibles, solo significan herramientas con las cuales maniobrar en la materia física, y el universo entero se representa más como un ciberespacio donde la materia juega sus roles, como si se tratara de un exclusivo juego de ingenio en la realidad virtual de una computadora.
La ciencia y la fe
Ciencia y religión no tendrían por qué estar enfrentados, como lo viene estando desde siglos atrás, la religión como fe, se sustenta en principios no demostrables, simplemente se cree o no se cree; sin embargo la ciencia  se mueve también en gran medida por la fe, sin esa creencia inquebrantable de los investigadores, que los lleva experimentar mas y mejor, hasta lograr demostrar sus teorías, no se habrían logrado los grandes avances que la ciencia nos ofrece hoy en día; claro que a  veces ocurren los milagros, también en la ciencia, y algunos descubrimientos se lograron por mera casualidad cuando los objetivos de cierta experimentación eran completamente diferentes.
Desde los descubrimientos de Albert Einstein y su teoría de la relatividad, conocemos que nuestro universo material es finito, incluso llegó a determinar que tiene una forma curva; pero ¿qué hay más allá de nuestro universo? ¿de qué estará compuesto ese más allá?... no lo sabemos, y no tenemos por ahora la capacidad cognoscitiva para averiguarlo, pero si sabemos que hay algo más allá del universo, y que no pertenece al nuestro.
El enlace es válido; si tenemos por admitido el universo material finito, la existencia de algo más allá de nuestro universo, y descubrimos que la vida que impulsa a nuestros cuerpos físicos es inmaterial, recurrimos entonces a una existencia espiritual fuera de nuestro universo, la cual induce la vida en los cuerpos materiales.
Charles Darwin descubrió, hace más de un siglo atrás, que el ser humano, tal como lo conocemos hoy, proviene de la evolución de una rama  de los antropoides, pero nunca pudo descubrir el llamado “eslabón perdido” la criatura que distinguiría definitivamente al animal del humano; igualmente difuso es el límite entre lo vegetal y lo animal, los flagelados y los corales representan ejemplos donde es difícil determinar su pertenencia; de la misma manera es difícil discernir en que momento unas células humanas se convierten en un nuevo ser humano, ¿acaso solo el óvulo o el espermatozoide son ya seres humanos? ¿o acaso basta que el espermatozoide fecunde al óvulo y tenemos un nuevo ser humano? ¿o será cuando las células alcanzan el estatus de embrión? ¿o más bien al primer mes de ese feto? ¿o al tercero?, definitivamente podemos hablar de un ser humano a partir del quinto mes, pero en ese período desde la fecundación, es difícil determinar si estamos hablando de células vivas o de un ser humano; ningún límite es preciso y definitivo, ¿dónde se separa la vida de la muerte?, ¿lo real de lo imaginario?, ¿lo material de lo espiritual?, ¿el bien del mal?; cualquiera podía ser ejecutado en la hoguera hace unos siglos por decir que la tierra era redonda y se movía alrededor del sol, hace un siglo se excomulgaba a la gente por opinar que Adán y Eva no fueron los primeros seres humanos sobre la tierra, hasta hoy en algunos países se lapida a las mujeres que tienen relaciones sexuales antes del matrimonio, y esto es avalado por las sociedades, sus religiones y sus iglesias, la relatividad de los valores humanos es más explícita que su naturaleza, es por ello que debemos ser muy cautos en nuestros juicios.
La filosofía de la vida
Como seres humanos tenemos expectativas de vida, metas, ambiciones, pero nuestra capacidad de razonamiento también nos lleva a cuestionar nuestra existencia, por ello se instituyó la filosofía, empezamos a discurrir quienes somos, de dónde venimos, a donde vamos, de que estamos hechos; si como ateos nos creemos pertenecientes este cuerpo material, descubriremos que este va caminando hacia la muerte desde que nace, y entonces estaremos muertos desde que nacemos, porque nada de lo que hagamos en esta vida impediría nuestro destino final, y nada de lo que logremos durante este período de vida, podremos llevar más allá de la muerte, ¿cuál sería el sentido de nuestra existencia?, si también conocemos que hasta toda la humanidad, como especie, tiene trazado un final en solo unos cuantos millones de años más, y toda la tecnología y el conocimiento que podamos desarrollar no lo podrá evitar; ¿es que solo nacemos para reproducirnos y morir, como plantas o animales?, sostener esta idea nos llevaría hacia una depresión absoluta, o hacia el deseo de una perversión sibarita sin límite.
Finalmente la religión es una cuestión de fe, creer o no creer cuando no se puede tener la certeza que nos brinda la ciencia, es una decisión muy personal, nadie te lo puede imponer; las reflexiones sobre nuestra existencia deben llevarnos a fortalecer nuestra fe, entendida no como una doctrina mágica y sobrenatural, que se impone sobre nuestros destinos ineluctablemente, sino como una mentalidad abierta hacia nuevos e inconmensurables conocimientos, a los cuales no podemos aún acceder en el nivel que se encuentra nuestra ciencia.
La fe en el ser humano y su espíritu
Necesitamos tener fe en que, nuestra existencia en este mundo material, tiene una finalidad justificada; cada minuto de nuestra vida nos enfrenta a opciones, el libre albedrío de nuestro espíritu nos lleva a construir una forma de vida con cada una de esas opciones que tomamos, muchas de ellas tiene que ver con el bien y el mal, entre hacer lo correcto o equivocarnos; cada vez que decidimos por el bien y hacemos lo correcto, robustecemos un poco nuestros valores morales, y cada vez que optamos por el mal y erramos, envilecemos ese espíritu que nos da la vida; somos miles de millones de seres, solo en este planeta, cada uno de nosotros tiene la responsabilidad de enriquecer o envilecer este espíritu a través de las acciones que desarrollamos durante nuestro período de vida, pero finalmente todos volvemos nuevamente a nuestra raíz, a la unidad del todo creador.
El cielo y el infierno, son solo ilustraciones de la culpa y la redención, con lo que  nuestra racionalidad nos envuelve, no podemos creer en el bienestar eterno como premio o el sufrimiento eterno como castigo, porque la eternidad es un término temporal, y el tiempo es un medio material, y nuestra existencia espiritual está fuera del universo material; el premio y el castigo somos nosotros mismos, en lo que nos convertimos, y en lo que aportamos o dañamos a los demás; es por esto que el principal mandamiento cristiano es amar a tu prójimo como a ti mismo.
El credo original
Creo en Dios, porque tengo fe que soy más que solo la suma de una cantidad de huesos y órganos, porque sé que mi vida tiene un significado, y que cada cosa que haga bien o mal, sumará a la hora del conteo final, cuando toda la especie tenga que retomar su fuente original.
Creo en Dios, porque creo en mí mismo, sé que tengo el poder de dirigir mi propia vida, y hacer de ella algo valioso, creo en El, porque personalmente he experimentado esa energía divina la cual ha logrado salvar mi vida en más de una ocasión; y creo que tú también eres parte de mí, en este fluido manantial de energía que nos da la vida, y esta es la mejor razón para que creas en El, así cómo crees en ti.