Bolivia, Ecuador y Chile viven crisis políticas
diferentes, pero con algunas características comunes; crisis que, además, viene
recorriendo toda Latinoamérica, en distintos grados y con distintas respuestas.
Quienes tratan de negar el golpe de estado en Bolivia,
quieren hacernos creer, en esta ocasión, que solo califica este, cuando los
militares sacan los tanques a la calle, toman prisioneros a los representantes
del gobierno e imponen la ley marcial, persiguiendo y asesinando a todos sus
opositores, como hicieron en Chile 1973.
Pero Evo Morales fue conminado a renunciar por los
jefes militares, tras una serie de actos vandálicos en contra de los
representantes del gobierno y locales públicos en la región de Santa Cruz, tras
el golpe, bandas de paramilitares, fanáticos religiosos evangelistas,
organizados y financiados por Luis Camacho, un personaje de triste recordación
por la actuación de su familia en la represión de opositores durante la
dictadura de Hugo Banzer, quien a su vez actúa en representación de los
intereses de los grandes consorcios empresariales asentados en Santa Cruz.
En Bolivia Evo accedió a renunciar y llamar a nuevas
elecciones para evitar un baño de sangre en su país, a pesar de eso los golpistas
no retrocedieron y entraron al Palacio de gobierno para quemar la bandera
indígena del Wiphala y consagrar Bolivia a La Biblia, vandalizaron la vivienda
del presidente y de su familia dando órdenes de su captura,
En Ecuador Lenin se refugio en Guayaquil, su bastión
conservador, y califico de castro-chavistas a los indios que tomaron Quito; en
Chile Piñeira se declaro en guerra contra los amotinados y saco a los militares
a las calles. Existe una obvia diferencia en los procesos.
Uno de los componentes comunes en todos estos es la
gran brecha social existente, marcada por un acendrado racismo nacido desde la
época de la colonia, donde los indios originales no eran considerados seres
humanos; aun durante la republica fueron considerados como ciudadanos de segunda
categoría; un resentimiento profundo que continua dividiendo a las poblaciones;
en Ecuador la gente de la costa, del puerto de Guayaquil son los blancos que
aborrecen a los indios que viven en la cordillera de Quito; en Bolivia los
blancos están en Santa Cruz y no pueden convivir con los indios del altiplano
en La Paz; en Chile los mapuches son una minoría étnica que está asentada en el
norte del país, la mayoría de los chilenos, de una raza cuyo mestizaje con los
inmigrantes europeos los ha hecho diferentes, menosprecia la cultura originaria.
En Ecuador finalmente el gobierno accedió a dar marcha
atrás y entablar negociaciones con los indios, en Chile el gobierno accedió a
convocar a una asamblea constituyente para cambiar el sistema económico, que
había sido el modelo supuestamente exitoso del neoliberalismo en América
Latina.
En Bolivia los blancos de Santa Cruz incitados por los
fundamentalistas evangélicos y apoyados por los paramilitares de Camacho,
también con el respaldo político de EEUU, han elaborado un complot para
derrocar al primer presidente indígena del país, bloqueándolo económicamente,
asaltando los locales públicos, atacando a los dirigentes indígenas y
dirigiendo sus huestes hacia la toma de La Paz; han nombrado una presidenta
interina, aliada a sus intereses, sin tener el quorum necesario en el parlamento,
después de haber impedido por la fuerza el ingreso de los representantes del
partido de gobierno.
Hay que ser honestos en este punto, Evo Morales, durante su prolongado gobierno, por
consecutivas reelecciones, convirtió a Bolivia en una de las primeras economías
de América Latina, saco de la pobreza a varios millones de indios campesinos
que no fueron atendidos en otros gobiernos, realizo exitosas inversiones en
transporte público, educación y salud.
Sin embargo; ha caído en tres graves errores: primero,
su partido Movimiento al Socialismo (MAS) no ha hecho lo suficiente para la reunificación
del país, pues en el camino a la reivindicación indígena polarizó las
posiciones con la derecha Santacruzana; segundo, durante mas de diez años en el
poder, no ha tenido la capacidad de formar nuevos líderes, desterrando el
caudillismo que tanto daño ha hecho a la política en Sudamérica; tercero, Evo
Morales cae en desgracia, dando municiones a su enemigo, cuando desconoce los resultados
del referéndum que el mismo convoco para legitimar su postulación a una nueva reelección
y luego forzar el conteo para evitar ir a una segunda vuelta; los intentos
desesperados por quedarse en el poder no hicieron más que debilitar su posición,
rompiendo con el liderazgo que hasta ahora había ostentado y bloqueando las
posibilidades del MAS para ampliar su influencia política en el país.
Aun así, los errores políticos de Evo Morales no nos
pueden llevar a justificar un evidente golpe de estado, que pretende entronar a
unos religiosos fundamentalistas de extrema derecha y profundamente racistas, en
el hermano país de Bolivia.
Debemos entender estos procesos en el contexto de una calculada
arremetida, liderada por las transnacionales, contra los movimientos progresistas
que están floreciendo en toda América Latina al amparo de una ideología moderna
de izquierda.
Tanto en Bolivia como en, Chile, Argentina, Brasil,
Uruguay, Ecuador y Venezuela se están gestando nuevas mayorías, que pugnan por
romper con el sistema corrupto que los domina actualmente, paso a paso, con avances
y retrocesos, esas mayorías están recorriendo el camino hacia una sociedad
donde la justicia social no sea una utopía.
Si estamos claros en la visión del panorama político Latinoamericano,
hay que desechar la propaganda que difunden la mayoría de medios que defienden
intereses particulares y apoyar decididamente los esfuerzos de estas nuevas
corrientes que emergen en el continente.
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