Después de la guerra
con Chile, la traición de Prado y su camarilla gobernante, con la republica en
ruinas, hubo la oportunidad de reconstruir la nación como una patria unificada,
haciendo frente a nuestro enemigo y a la adversidad que nos rodeaba; pero la
burguesía criolla supo recomponerse rápidamente y con Piérola a la cabeza
volvieron a retomar el poder y restaurar el Estado Oligárquico.
Cuando Velazco quebró
el espinazo de la oligarquía terrateniente con su golpe de estado, la reforma
agraria y la toma de la Brea y Pariñas, se presento otra gran oportunidad de
cambiar el rumbo del país y crear un nuevo sistema de gobierno; pero el
gobierno militar no supo encontrar sus enlaces con las organizaciones
populares, no fortaleció la autoridad de las bases, pretendiendo hacer una revolución
desde arriba; se fue quedando así aislada de apoyo y vino el contragolpe de
Morales Bermúdez, el paro de Julio del 77, el descabezamiento de las
dirigencias sindicales y el retorno de la burguesía al poder, esta vez en los
capitales financieros.
Cuando aparecieron los
vladivideos y cayo la dictadura fujimorista, todo el aparato del Estado quebró,
ante la evidencia de una corrupción generalizada, que abarco gobierno, fuerzas
armadas, poder judicial, congresistas, ministros, poder electoral, tribunal
constitucional y fue más allá del propio Estado, afectando a la prensa y a la
iglesia católica; fue la oportunidad de rehacer el Estado eliminando ese
sistema que favorecía la internalización de la corrupción; pero nuevamente el
sistema encontró la forma de sobrevivir, eliminando las cabezas visibles y
reemplazando a su operadores, volvimos a elegir a la misma clase de gente para
gobernanrnos.
Actualmente, el
escandalo de Odebrecht, con las declaraciones de Barata que implica en actos de
cohecho a las más altas autoridades políticas de las últimas décadas en el
país, el infame negociado para el indulto del asesino dictador, y la explicita
incapacidad del presidente para gobernar que lo llevo a su renuncia para evitar
una vacancia cantada; se presenta una nueva oportunidad para cambiar las reglas
de juego; resulta evidente que mas allá de las personas que nos gobiernen, el
sistema de gobierno esta fallando, es este sistema el que esta permitiendo que
los inescrupulosos intereses financieros de personas, empresas y/o grupos de
poder, manipulen a su antojo a cualquiera que asuma cargos políticos en el
Estado.
¡La calle está gritando
a viva voz “!que se vayan todos!” porque es el sentido común que todos estos
políticos con poder están manchados de una u otra manera por la corrupción;
pero eso no es suficiente, aun cuando lográramos que se vayan todos, si
continuamos jugando con las mismas reglas de juego, solo lograremos que surjan
nuevos corruptos aun no conocidos, porque el sistema se reproduce
automáticamente.
Muchos hemos esperado
con esperanza que por lo menos exista un cambio saludable en la nueva
administración de Vizcarra; revisando su historia asumimos que es una persona
sencilla, abierto al dialogo, con una buena experiencia en el gobierno regional
de Moquegua, con una conciencia limpia; ¿pero bastara eso para asumir los
grandes retos que significa tomar las riendas del país?
Las primeras señales
que vemos en una semana en el sillón de Pizarro, no parecen esperanzadoras, la
primera tarea en la dirección de la nación es tener una visión clara de la
situación, hacerla sentir a la población y poner una fuerte dosis de
determinación en sus actos; tiene una fuerte oposición boicoteadora en el
congreso, no tiene una bancada propia en que apoyarse, ni un partido que pueda
sustentar sus bases, pero tiene el poder político y la esperanza de treinta
millones de ciudadanos que cuentan con él, y que, si el da las señales
positivas necesarias, sabrá salir a las calles a respaldarlo.
En las circunstancias
que atraviesa el país no se puede ser ambivalente, no se puede tener contentos
a todos, no repita los grandes errores de su antecesor, hay que ser claro en
las metas que nos proponemos alcanzar y firme para enfrentar los obstáculos que
nos pondrán en el camino.
Aún tenemos esperanzas Sr.
Vizcarra, estas ambivalencias e indecisiones pueden ser un test para evaluar
las reacciones de las partes, para luego dar un paso adelante hacia lo que
todos esperamos de Ud.
No queremos
arrepentirnos de haber dejado pasar nuevamente en la historia una oportunidad
para convertir nuestra patria en una abanderada de la democracia y la justicia.
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