Empieza nuevamente la carrera electoral, y así como hace unos meses las calles se llenaron de pancartas anunciando a tal y cual candidato para los gobiernos municipales y regionales, esta vez coparán también las calles y los espacios televisivos, la mayoría de nosotros ya estamos bastante aburridos de los discursos y promesas llenas de gloriosas imágenes del futuro, pero… ¿qué podemos hacer para salir de este interminable círculo de votos y promesas?
Todos nosotros podemos darnos cuenta que este sistema de democracia no está funcionando, donde solo unos pocos se benefician del esfuerzo y sacrificio de la mayoría, el neoliberalismo económico que proponía descaradamente el “chorreo” de los beneficios desde los estratos altos hacia las capas populares ha demostrado que ni siquiera es capaz de cumplir con un objetivo tan miserable como aquel.
La gente humilde y trabajadora, clama con mayor insistencia por sus derechos y mayores beneficios, la economía del país está surgiendo con signos positivos luego de superar una profunda crisis, iniciada por los grandes ejes financieros internacionales, pero agravada por el robo y la corrupción institucionalizada más grande que ha sufrido nuestro país; sin embargo el crecimiento y los balances positivos no alcanzan a las grandes mayorías, porque los empresarios y los dueños del dinero no quieren sentirse miserables dejando de complacer sus más sofisticados gustos para permitir satisfacer las necesidades elementales de los trabajadores.
La democracia real y efectiva en nuestros tiempos quiere decir que no podemos seguir con esta política de caudillos, que llevan tras de sí un hato de corderos sin pensamiento propio, la política actual necesita verdaderos líderes, que sepan insertarse en los movimientos sociales e interpretar correctamente sus necesidades, así como reemplazar el sistema de delegación de poderes con el que hasta el momento venimos trabajando por uno de representantes activos; es decir, no más elegir a personas para que decidan por nosotros, sino dar el mandato de nuestras decisiones a determinadas personas que solo deben responder ante nosotros mismos y quienes pueden ser revocados en su mandato de manera inmediata y procesados penalmente por dicho delito en caso de incumplimiento.
Esto significa el final de la democracia delegativa que nos domina, en la cual los políticos candidatos una vez elegidos, son libres de tomar las decisiones que se ajusten a su conveniencia, sin responsabilidad ante sus electores, y el paso a una democracia verdaderamente representativa, en la que los ciudadanos ejercen sus derechos legislativos a través de personas cuyo deber es simplemente trasmitir dichos mandatos.
Un cambio de timón de esta naturaleza requiere estar ajustada a la Constitución, simboliza una nueva forma de hacer política, por ello más allá de las promesas y las dádivas ofrecidas en esta encrucijada electoral, nuestra meta debe fijarse en la convocatoria a una Asamblea Constituyente que afirme la democracia representativa, el equilibrio de poderes y reemplace el grotesco documento con el que se auto-proclamó la dictadura de Fujimori-Montesinos.
No se han preguntado alguna vez ¿por qué las últimas elecciones han sido ganadas siempre por cuasi desconocidos “outsiders”?... es que la ciudadanía pide un cambio, los políticos de siempre no ofrecen nada nuevo, solo cambian sus posiciones uno al lado del otro, para seguir explotando las cuotas de poder que se ponen en juego con este sistema; pongamos atención y veamos quién nos garantiza una verdadera democracia y con quién podemos contar para cambiar esta Constitución a la hora de votar para presidente este año. El verdadero poder está en nuestras manos, ¡empecemos a tomar conciencia de ello!
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