
Los primeros meses del
gobierno de Vizcarra este se mostró timorato y servil con un congreso absolutamente
dominado por los fujimoristas; a partir del discurso del 28 de julio, vimos a
un presidente con disposición para enfrentar el autoritarismo parlamentario y
la decisión necesaria para enfrentar los problemas políticos del país.
Luego de la presentación
de las cuatro reformas constitucionales ante el congreso y el pedido de una cuestión
de confianza al respecto, la mayoría fujimorista está desplegando toda clase de
maniobras para dilatar su aprobación, a pesar de que tuvieron que aprobar el
pedido de confianza, o en su defecto desvirtuar la naturaleza de las reformas.
El presidente, por su
lado, está tomando las cosas con calma, a pesar de que la población le exige en
cada presentación, que tome medidas radicales y que cierre el congreso por las
evidencias de corrupción que siguen saliendo.
Desde muchos sectores
ya lo están llamando traidor, suponiendo que su discurso fue solo una muestra
de populismo para las tribunas, pero que en realidad no tiene el valor para
enfrentar a la mafia de la corrupción fujimorista, o que ha sido una negociación
con el congreso para mantenerse en el cargo.
Las opiniones un poco
adelantadas, al parecer, porque debemos esperar esta semana para evaluar la reacción
del ejecutivo cuando la línea de tiempo llegue a su fin ineludible; ese día
sabremos con seguridad si Vizcarra tiene o no el valor de tomar las riendas de
la lucha anticorrupción.
Pero ante todo debemos
tener en cuenta que Vizcarra no es un revolucionario, no es de izquierda, ni
siquiera es un progresista, es solamente un tecnócrata que por ciertas circunstancias
ha saltado a la política y sorpresivamente a la primera magistratura; no
esperemos de él, medidas radicales, ni soluciones antisistema; seamos
realistas, sus reformas son solo parches a la constitución que Fujimori creo de
acuerdo a sus intereses.
Aun así, no hay que
subestimar la defensa de dichas reformas, son evidentemente una movida política
que busca socavar el poder de la mafia en todo el aparato del estado; y desde
ese punto, es una medida positiva; todo golpe que bloquee la relevancia del
fujimorismo es un punto a favor de la nación.
Obviamente, no podemos
quedarnos tranquilos consiguiendo la aprobación de estas reformas, es solo un
pequeño paso adelante en la dirección correcta, hay que seguir trabajando en
lograr una Asamblea Constituyente, que sirva para dotar a la nación de un nuevo
significado, como la patria que queremos forjar; y estas pequeñas reformas
deben servir para que la ciudadanía empiece a darse cuenta de que necesitamos mucho
mas cambios en el sistema político del país, y que estos solo podrán ser fruto
de una nueva Constitución.
Estamos ante un punto
de quiebre donde toda la podredumbre el sistema está saliendo a la luz, hay que
sacar el mayor provecho posible de ello y hacer avanzar la conciencia política de
nuestra ciudadanía.
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