Esta pandemia esta causando decenas de miles de muertos, para tratar de detenerla se dieron ordenes de restricción de movimientos a las personas, ciudad tras ciudad, país tras país han ido cerrando sus fronteras, aplicando el toque de queda, cerrando los negocios y toda actividad que signifique individuos reunidos; las recomendaciones son quedarse en casa y salir de ella solo en casos realmente necesarios, para evitar el contagio y que el virus se expanda, incrementando los enfermos y por tanto los decesos.
La cuarentena y la distancia social han arrojado
millones de trabajadores al desempleo, han causado el cierre de negocios e
industrias, está rompiendo los récords de perdidas en la bolsa de valores, además
está creando una nueva forma de socialización.
La pandemia tiene otra consecuencia que afecta el
escenario político, habiéndose paralizado gran parte de la actividad económica,
la fuerza laboral ha sido arrojada al desempleo por millones, por la gran
cantidad de infectados, los servicios de salud se ven copados, los implementos
necesarios para la atención de los enfermos se vuelven escasos, la alarma que
produce esta crisis también está causando escases de víveres; esta situación ha
desnudado en toda su debilidad al sistema social neoliberal, el cual se muestra
rebasado en sus capacidad de respuesta ante la crisis, incompetente para
resolver la dicotomía entre capital y trabajo, entre el patrimonio y la vida
humana.
En los países en desarrollo, además, existe una gran
proporción de la población que se encuentra dentro de la economía informal, lo
que significa que, si no trabajan debido a la cuarentena, no tendrán ingresos y
sus probabilidades de supervivencia son menores conforme se prolonga la crisis;
otros muchos a los que sus condiciones de vida son tan precarias que no tienen
acceso a los servicios de agua potable, incrementando inmensamente su riesgo al
reducir sus posibilidades de higiene.
En otros países vemos incrementarse día a día la
cantidad de infectados, por lo tanto, de muertos, porque se resisten a tomar
medidas que significan el cierre de la economía, la industria no quiere parar,
lo que les significaría una perdida monetaria notable; obligan a sus
trabajadores a continuar sus labores, pero no cubren su responsabilidad cuando
estos caen enfermos, los consideran simplemente desechables.
Lo que no quieren aceptar es que esta pandemia ataca a
todos por igual, ricos, pobres, blancos, negros, indios, mujeres, hombres,
jóvenes, viejos, algunos son mas vulnerables, ya sea por su situación social o
por condiciones medicas previas, pero nadie es inmune.
Quiero recordar acá un post de la hija del presidente
del Banco Santander, fallecido por corona virus, “somos una familia millonaria,
pero mi padre murió solo, asfixiado, sufriendo por algo que es gratis: el aire;
el dinero se quedó en casa”
La situación de los servicios médicos en la mayoría de
países, no solo en los países pobres, sino también en los más desarrollados, es
endeble, si no es porque inexistencia de medios, es porque tienen un costo es
inalcanzable para gran parte de la población; es que la salud de la población
siempre ha sido vista como una carga.
Si bien la salud publica ha sido la cenicienta del sistema,
tampoco ninguno de los otros servicios públicos ha sido privilegiado, la
seguridad, la limpieza, el transporte, la vivienda, todo lo que significa el
bienestar ciudadano, ha sido considerado una pesada carga que debería ser
aliviada y reducida al mínimo en beneficio de una economía industrial y de
servicios, una economía que sirve de sustento a una minoría propietaria.
El paradigma del sistema ha sido el mercado, el cual
debería regular el funcionamiento de la sociedad, la teoría que nos hicieron
creer es que el mercado crearía el balance necesario entre las fuerzas sociales,
que las fallas que se presentaran en el camino serian la excepción de la regla
y podrían ser subsanadas o por lo menos no afectarían de manera importante el
sustento de la teoría.
Sin embargo, la pandemia ha puesto al desnudo las
extremas debilidades del sistema neoliberal; la cuarentena ha obligado a cerrar
los negocios, lo que obliga a cortar los puestos de trabajo y deja sin ingresos
a una mayoría de trabajadores, las empresas no se hacen responsables del
bienestar de sus trabajadores y sus familias, pero si presionan al Estado por
apoyo para soportar la crisis.
Producto del modelo neoliberal, las funciones del
Estado fueron minimizadas, sin embargo, el sector privado tampoco asume las
tareas que deja de cumplir el Estado, en la teoría las fuerzas del mercado se
encargarían de resolver los conflictos; ahora, frente a la crisis global,
acuden al Estado y le exigen una solución, una solución que no afecte su
ganancia, por supuesto.
Un Estado cuyos ingresos han sido fuertemente
recortados, así como sus funciones de control y regulación, por lo que ahora no
está en condiciones de afrontar con la debida eficiencia una crisis como la que
se presenta.
Hay una población altamente vulnerable, dentro de una
economía informal, de la cual se tiene poco o ningún control, que vive en la
miseria del día a día y para la cual es sumamente difícil cumplir una
cuarentena rígida, debidamente hablando, para un sector de pobreza extrema el
dilema moral consiste en quedarse en casa y morir de hambre o salir a ganarse
un pan y contagiar a otros, condenando a muerte a algunos de ellos. ¿Morir o
matar?
Ahora podemos ver con claridad que no es solo las
deficiencias en los servicios públicos, el modelo a creado toda una estructura
económica y social, que abarca los medios de comunicación, el currículo
educativo, las formas de interacción social, el modo de circulación de los
bienes, etc. cuyo objetivo es convalidar el sistema por encima de todas sus
deficiencias.
Sin embargo, las grandes empresas no se ponen en el
modo de rescate social, que exigiría la situación; los bancos, las financieras,
las trasnacionales de servicios, no están dispuestos a condonar deudas, aun
conociendo que sus usuarios no están recibiendo ingresos, muchas de ellas
continúan enviando sus facturas a las fechas de vencimiento, algunas otras han
optado por suspender los cobros por un par de meses, pero cargaran lo adeudado
en los meses siguientes, con los respectivos intereses por supuesto.
En Estados Unidos, su gobierno les dice a los
trabajadores que deben sacrificarse para salvar a las empresas y de esta manera
conservar los puestos de trabajo a futuro; el fundamento de esta idea es que
son las empresas las que crean los puestos de trabajo y si estas fracasan, toda
la economía nacional caerá, y no habrá mas trabajo para las personas.
Pero el otro lado de la moneda es que, si los
trabajadores no reciben ingresos, al ser ellos mismos clientes de las empresas,
o sea los que crean la demanda, si no tienen dinero, no habrá demanda y sin
demanda no habrá sustento para las empresas que no tendrán a quien vender sus
productos.
Por eso la relación capital-trabajo es una relación
simbiótica, de mutua dependencia, a pesar que históricamente el capital siempre
ha tomado una posición dominante y muchas veces pierde la perspectiva, sintiendo
que es más importante y puede prescindir del trabajador.
Este momento que estamos viviendo, es el propicio para
exigir un replanteamiento del sistema económico, en vista de sus enormes
deficiencias; es demasiado evidente hoy que el sistema neoliberal ha colapsado,
dado que no es capaz de sostener lo que es su base social: su fuerza laboral.
El capital tiene que dejar de pensar que los servicios
sociales son una carga y empezar a considerarlos como una inversión; el sistema
de salud le ofrece trabajadores sanos y fuertes para cumplir sus labores, el
sistema educativo le proporciona empleados con habilidades y conocimientos
suficientes para hacer funcionar la maquinaria industrial, el sistema de
transporte facilita que los trabajadores puedan llegar a tiempo a cubrir sus
turnos de trabajo, el sistema de vivienda proporciona lugar de descanso a los
trabajadores y protección de su familia, el sistema de transito proporciona las
vías para que trabajadores y productos puedan llegar a su destino.
Es decir, así como cualquier empresa tiene que tener
en cuenta para sus operaciones, gastos de infraestructura, maquinaria,
suministros, etc., el capital debe tener en cuenta que debe invertir en los servicios
públicos, en tanto que esta es la manera de conservar su fuerza laboral y esta
es, volvemos a insistir, no solo el poder que mueve la maquinaria, sino además
el cliente potencial que consume los productos.
La responsabilidad social de las empresas tiene que
dejar de ser una declaración, o una forma de caridad, donde “voluntariamente”
donan una ridícula parte de sus ganancias para proporcionar ayuda a sectores
vulnerables de la población.
La etapa histórica del industrialismo feneció hace algunas
décadas; con el advenimiento de la era posmoderna el funcionamiento de una
economía sana y dinámica, ya no se sustenta en una mano de obra barata, la
economía entra en modo cibernético, tecnológico, donde el valor se mide por el
poder del conocimiento, se necesita ahora trabajadores imbuidos en la
tecnología; el desarrollo de las potencias económicas, no está más en los
ejércitos y en una masa ignorante que se deje manipular; esto se demuestra con la
creciente decadencia de aquella que ha sido una de las más grandes potencias
mundiales.
Es tiempo de concertar un nuevo acuerdo social, donde
el ciudadano tenga un mayor control del aparato político, donde la economía
tenga una estructura equitativa; cambios que han venido ya produciéndose
durante la década pasada, aunque muchos no han querido percatarse; la pandemia,
al evidenciar claramente las fallas del sistema, simplemente esta acelerando el
cambio, al punto que debe producir un verdadero salto epistemológico, creando
nuevos paradigmas dentro de los cuales va a surgir la sociedad del futuro.
Resulta obvio, pero no dejare de mencionar, que el
cambio del modelo económico no es posible sin una consecuente ruptura del
sistema político que lo justifica; un análisis mas profundo de la relevancia
del sistema político es materia de otras líneas, solo especificaré que la
democracia tiene que ser ampliada, con un cambio de valores y un control efectivo
de las representaciones, para que esta funcione sincronizadamente con el
sistema económico.