Se pidió una cuestión de confianza al congreso para
aplicar una reforma política, reforma que se vuelve imprescindible y urgente
frente a las revelaciones acerca de la compleja red de corrupción que copa
todas las instituciones del Estado.
La reforma planteada no es la panacea que va a
resolver los intrincados problemas de nuestra política, pero es un pequeño paso
adelante, una muestra de que existe la voluntad de ir resolviendo las cosas.
Pero resulta irónico pedir la confianza de un
parlamento completamente desacreditado, por sus lazos con la corrupción, que
sostiene, por último, un ínfimo 10% de aprobación de la ciudadanía.
El contrato social que es el fundamento de una república,
se rige bajo la de equidad, la cual se alcanza en la confianza que cada una de
las partes cumpla el rol que se le ha prescrito.
Esta republica pasa por una etapa de decadencia desde
que los actores políticos desconfían entre sí y han perdido la confianza del
electorado, lo más importante; están supuestos a representar a los diversos
sectores de la ciudadanía y defender sus intereses, sin embargo, se han
convertido en representantes de sus propios intereses, los cuales defienden
conspirando y obteniendo apoyos que van en contra del bienestar público.
La república se fundó bajo los preceptos de un sistema
democrático representativo, lo que significa que elegimos por voto universal a
quienes deben representar nuestros intereses en el parlamento y que existe una
división de poderes que debe garantizar un justo balance en la ejecución de
dichos poderes.
La representación nunca funciono como en la teoría,
pues en una sociedad dividida en clases antagónicas, la hegemonía política
nunca les fue disputada a la clase dominante, sin embargo con el desarrollo
tecnológico, los avances en la educación, el cambio paradigmático que significo
la globalización y el ingreso a la era posmoderna, las clases sociales, tal
como las habíamos conocido y fueron definidas por Karl Marx, fueron diluyéndose
paulatinamente hasta quedar desaparecidas, la disolución de las clases fueron
formando decenas de estratos sociales, cuyas redes e intereses se entrecruzan
unas a otras según los escenarios.
Sin unas clases sociales claramente definidas para sí,
los partidos políticos pierden su base social, de quienes obtienen su
representación, que es su razón de ser dentro del pacto social; podemos ver
ahora esas organizaciones políticas como un simple cascaron, un club de amigos
que se reúnen con la finalidad de obtener cargos políticos, cuyas miras están
en obtener beneficios personales más allá del bienestar de la patria.
Como podríamos pedir la confianza del pueblo a unos
políticos que no representan a nadie, mas que a ellos mismos, ¿Cómo confiarles
una reforma del sistema político al que están aferrados por su conveniencia?
El sistema se cierra en un círculo vicioso, se
retroalimenta y se regenera por si mismo, podemos encerrar en la cárcel a
Toledo, PPK, Humala y a todos los demás, pero, mientras el sistema siga
intacto, aunque los rostros van a cambiar, la situación va a continuar sin variación.
Hay que conocer la manera como está construida la representación
política, la cual garantiza a los supuestos “partidos” u organizaciones
políticas el poder de decidir a quienes pone en una posición de poder.
Los partidos políticos, tal como fueron diseñados en
el principio democrático, se basan en una doctrina, que reflejan una visión única
del mundo, una mística, forjada en el trabajo político y las luchas cotidianas
y además una disciplina construida dentro de una organización jerarquizada.
El tipo de organización política que se ha generado a
raíz de los cambios sociales, no sostienen una doctrina, porque su visión del
mundo es una plantilla surgida desde el esquema neoliberal, los cuales proponen
antes de que hacer, el dejar hacer, la cual comparten a grandes rasgos con sus
oponentes electorales, la supuesta ideología que detentan se reduce a un plan
de gobierno, que no es más que la suma una serie de reivindicaciones populares,
planteadas indistintamente con el objetivo de jalar votos.
No son capaces de crear una mística militante entre
sus partidarios, porque no tienen una historia de vida como organización, no
hay luchas, victorias y derrotas que compartir a través de los años, su vida orgánica
se reduce a campañas electorales cada vez que necesitan colocar a sus
dirigentes en un puesto público.
No pueden establecer una disciplina entre sus
partidarios, en primer lugar, porque estos no son permanentes, fluyen y
confluyen en cada proceso electoral de acuerdo a las circunstancias y
conveniencias particulares de cada cual, en segundo lugar, porque se hace
evidente que las posiciones dirigenciales al interior de la organización se
manejan, no por el trabajo político, sino de acuerdo a las contribuciones
económicas que puede hacer cada cual.
Se demuestra de esta forma que dichas organizaciones
políticas no son representativas de una clase social, ni de sectores relevantes
de la sociedad, solo representan a pequeños grupos de interés, cuyo objetivo es
obtener el voto ciudadano para capturar una posición de poder que les beneficie
individualmente.
Si esta casta política no tiene una legitimidad
ciudadana, poco o nada se puede negociar con ella, si además tenemos en cuenta
que dentro de la mayoría parlamentaria encontramos no pocos casos vinculados a
las redes de corrupción que azotan el país, todo acuerdo quedara viciado por
sus propios autores o en todo caso nulo por las circunstancias de su
nacimiento.
Por tanto, reconstruir la confianza ciudadana que
demanda un contrato social, requiere la renovación, no solo de los
representantes políticos, sino del sistema político en sí; hay que cambiar la
manera de hacer política en el país, esto impone variar los artículos
constitucionales que se refieren al tema.
La reforma
política planteada por el actual gobierno es un paso adelante que trata de
corregir algunos de los vicios del sistema, pero aun siendo insuficiente se ha
convertido en ineficaz con los cambios tramposos que le ha introducido el debate
en el congreso.
Una real reforma del sistema político necesita
devolver el poder de decisión al ciudadano común, que el voto universal sea el
respaldo de cada resolución que adopte el parlamento, los representantes son
solo voceros de la voluntad popular y no la resuelven por sí mismos.
Necesitamos dividir el mapa electoral en suficientes
distritos de manera que los candidatos sean votados por su propia comunidad, que
ocupen su puesto tan solo por sus propios méritos y no por el simple arrastre
de una organización política; esto implica que el ciudadano vote por un
individuo en particular, conociendo sus capacidades y sus debilidades; lo cual
significa descabezar el poder de las cupulas partidarias sobre las candidaturas
y los candidatos, sin intención de proscribir o limitar la acción de las
organizaciones políticas, las cuales continuaran promocionando a los candidatos
de su preferencia, el objetivo es romper la dependencia absoluta del candidato
con dichas organizaciones; estudios recientes de IPSOS muestran que menos del
50% de la población conoce quienes son sus representantes en el congreso, evidencia
suficiente de que estos representantes nacen deslegitimados; esta medida
también evita un fenómeno que viene sucediendo actualmente, por el cual
candidatos que obtienen una mayor votación en su jurisdicción no logran acceder
a una posición debido a que otro candidato menos votado pertenece a una
organización que a ganado un cupo que se debe cumplir según la ley.
Enseguida tiene que instaurarse un debido tamiz sobre
los precandidatos, para evitar que individuos con historial delictivo o
procesos pendientes se encumbren en posiciones de poder; en concordancia con
esto, limitar la prerrogativa de inmunidad exclusivamente a los delitos cometidos
dentro de su función como parlamentarios, para evitar que los delincuentes se
amparen en su cargo para evadir la acción de la justicia, como viene sucediendo
Otro punto imprescindible resulta ser, expedir las
leyes necesarias para impedir el ingreso de dinero sucio en las campañas
electorales, así como las influencias de intereses particulares que van en
contra del bienestar público; la imposición de un monto limite por persona a
las aportaciones de campaña y la prohibición de aportes anónimos, ni de
personas jurídicas, van por ese camino.
Por supuesto, el cambio del régimen político esta
ligado a una limpieza escrupulosa del otro poder del Estado, la reforma judicial
es tan imprescindible como urgente, frente a la cantidad de cuestionamientos
que han salido a la luz pública, que implican no solo a jueces de menor jerarquía,
sino que alcanza a las mas altas autoridades del poder judicial.
Una reforma del sistema político, de esta naturaleza, va
a desencadenar una serie de reivindicaciones, largamente esperadas por la población,
como la reforma del sistema laboral y de pensiones, una readecuación de los servicios
de salud pública, reforma del sistema educativo nacional, evolución de los
sistemas de seguridad y orden público, cambio de las reglas de contratación de
servicios con el Estado, revisión de los contratos existentes, estudio de las
leyes de concesión para la extracción de recursos naturales, etc. todo lo cual
implica una severa reforma del sistema económico vigente.
A su vez, una reforma del sistema económico de tal
naturaleza, traerá consigo un cambio remarcable en las relaciones sociales,
cuya expresión más visible se hará patente en los vinculos de poder entre los
diferentes estratos de nuestra sociedad.
Si asumimos esta cadena de sucesos, debemos deducir
que una reforma política por si sola no es suficiente, se hace necesario una
verdadera reingeniería del contrato social con el que funciona nuestra nación,
no basta poner un parche aquí y otro allá, a la constitución nacida de la
dictadura fujimorista, necesitamos una asamblea constituyente, con la
legitimidad nacida en el voto popular, que cambie completamente las reglas de
juego; es por ese motivo que a los que sostenemos esta propuesta nos llaman
antisistema, justamente porque creemos que el sistema vigente es injusto y no
nos representa y queremos poner sobre sus pies lo que está funcionando cabeza
abajo.
Sostengo que las reformas presentadas por el actual
gobierno son loables y debemos apoyarlas, solo los sectores más anacrónicos de
la política se atreven a oponerse, defendiendo evidentemente intereses mas bien
particulares y las graves irregularidades que desean mantener ocultas; pero
seamos conscientes que significan solo un pequeño paso adelante, no van a
darnos una solución instantánea a los problemas políticos que el país viene enfrentando,
la lucha va a continuar y debemos estar listos para enfrentar los siguientes
retos que nos depara hacer realidad la patria que queremos.
El cierre de este congreso es una medida actual y reclamada
por toda la ciudadanía, este es un sentimiento que la mayoría aprofujimorista
se ha ganado a pulso, con reiterados actos de soberbia y el descaro con que han
blindado y siguen blindando a sus corruptos; Vizcarra tuvo la oportunidad de oro de hacerlo
legal y constitucionalmente, cuando desacataron el segundo voto de confianza
solicitado, pero prefirió darles un plazo más, el llamado a elecciones
generales acortando su propio mandato, como un acto de desprendimiento
personal, lo que le cubre con un manto de legitimidad ante la población.
¿Qué se puede esperar como reacción en estas
circunstancias? Difícilmente un acatamiento, por tanto, corresponde al presidente
de la republica dar los pasos finales y acabar con firmeza este enfrentamiento entre
el ejecutivo y las lacras corruptas que se han empoderado en el parlamento, ya
que tienen al país, estos últimos años, en una situación de estancamiento e
inestabilidad que perjudica seriamente nuestro desarrollo.
Estamos en una etapa crucial de la lucha contra la red
mafiosa que corroe las entrañas de nuestra institucionalidad, en estos momentos,
no importa si somos de izquierda, derecha o centro, si somos peruanos y somos
honestos, nos importa nuestro país, ahora estamos ante una oportunidad para impulsar
los cambios político-sociales que la nación requiere y dar el salto al futuro
que nos pondrá en una posición de liderazgo en América Latina; es importante,
por ello, la presión que nosotros en la calle podemos ejercer para evitar un paso
atrás; reconstruyamos nuestra nación, camino al bicentenario de nuestra
independencia, fundando la tercera república.