Hace décadas que se viene luchando por la unidad de la izquierda; cada vez que hay un fracaso electoral, se dice que fue a causa de que la izquierda no supo mantener la unidad.
Hay que repensar esta idea, ¿hasta donde se ha convertido en un verdadero mito, y que tanto puede ayudar este mito a la construcción de una alternativa viable para el país?
Nos esforzamos mucho
por lograr la unidad, lo que significa que invertimos esfuerzos, tiempo,
personas, en tratar de llegar a esta meta, claro cada cual, en su propia
interpretación, de allí la gran dificultad de logar concretarla; pero veamos el
reverso del espejo, ¿la derecha obtiene éxitos porque está unida?
¡Absolutamente no! En el campo de la derecha logran metas los estamentos que
saben aprovechar la coyuntura y que se imponen en una lucha a brazo partido con
sus rivales en el mismo campo; tienen muchas veces objetivos comunes y los
potencializan, pero jamás esperan obtener la unidad de todos sus sectores para
saltar hacia la meta.
La izquierda no
necesita la unidad, lo que no significa que ciertos niveles de unidad sean
provechosos; el país necesita una izquierda plural y diversa, tal como el Perú
es; la idea de construir una sola organización de todas las izquierdas nos debilita,
y arriesga la tentación de un mando totalitario donde la diversidad de ideas
desaparezca bajo “la línea correcta”.
La pluralidad en las
diferentes ramas de la izquierda garantiza una división del trabajo muy
conveniente para balancear la distribución de fuerzas en los diferentes
sectores de la sociedad, lo que quiere decir que algunas organizaciones tendrán
mas influencia en el sector obrero, o en los intelectuales, o en el
campesinado, o con los mineros, o con el magisterio, etc. según donde hayan priorizado
su trabajo de bases.
Un proyecto social de
izquierda no puede detenerse en conseguir alguna representación en el sistema
participando en las elecciones; entiéndase que no se trata de salir de la
legalidad y renunciar a la democracia
electoral, las elecciones son y seguirán siendo un factor importante para la
trasformación social, pero no es el centro de la acción; el punto de quiebre de
la revolución social esta en encontrar el camino hacia la conciencia ciudadana,
en este punto no interesa si eres una gran organización que agrupa a todas las
izquierdas o si eres un grupo relativamente pequeño; aunque con fines muy
negativos, recordemos que era Sendero en Universidad de Huamanga y como logro
la empatía de una gran porción de la población durante sus primeros años de
insurgencia, esa debe ser la meta de la
izquierda, no la insurgencia armada que proponía sendero, pero si conjugar sus
propuestas con la empatía de la gente común, dejar de desperdiciar esfuerzos
tratando de lograr la unidad solo para participar en elecciones, las que si por
una circunstancia del destino lograra ganar, no tendría la fuerza necesaria
para gobernar, porque, en primer lugar, no tiene un programa que logre llegar
al corazón del ciudadano, y porque
explotarían todas las divergencias en su interior por ansias de poder.
La unidad es deseable,
pero no es un fin en sí misma, especialmente si se construye dentro de marcos
electorales; hay mitos que ayudan a sostener un ideal, como el del Inkari, y
hay otros que se convierten en señuelos que nos hacen correr tras ellos
perdiendo la perspectiva de la realidad.
Si nos planteamos
trasformar la sociedad, debemos empezar reforzando nuestros trabajos de base y
buscando la clave para conectarnos con las necesidades y emociones de la población,
en el camino encontraremos, sin necesidad de buscarla, la unidad con otros
sectores de la izquierda.