viernes, 1 de junio de 2018

EL LUGAR DE LA MEMORIA



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Muchas veces se ha repetido lo importante que es que un pueblo conozca su historia para no repetir los mismos errores que sus antepasados.
En una sociedad escindida por una prolongada guerra interna, este significado es crucial, las circunstancias que desencadenaron el reguero de sangre que bañó al país durante dos décadas no pueden repetirse, la memoria de esta sangrienta historia no puede borrarse, nuestro presente no debe mancharse con las culpas de los actores del pasado, y el futuro no debe construirse sobre falsas premisas.
La derecha no quiere reconocer que hubo una guerra interna en el Perú porque significaría reconocer el status de combatientes a los rebeldes, es una situación de carácter legal que no están dispuestos a aceptar, dado que los enfrentaría a la comunidad internacional; por eso solo permiten que se hable de un “conflicto armado”, pero la DBA aúlla que hablar de una guerra interna convertiría a Abimael Guzmán y otros cabecillas terroristas en “prisioneros de guerra” y eso facilitaría que pidieran su libertad, una falacia desde el principio, pues aun en términos de guerra los combatientes son pasibles de pagar completamente sus culpas por crímenes de guerra
Para los fujimoristas lo más importante borrar los rastros de las atrocidades cometidas durante el gobierno de Alberto Fujimori; Keiko, la hija heredó no solo un aparato organizativo y los contactos políticos y financieros, sino que también arrastra un pasado político rubricado por una década de dictadura, herencia que se ha convertido en una pesada rémora que no le ha permitido alcanzar la presidencia de la república por dos veces consecutivas.
Borrar ese rastro de sangre y pillaje que dejó su padre no será posible sin resucitar el fantasma del terrorismo, que tanto o más devastación costo al país, la angustia que causa dentro de la población la posibilidad de revivir los días de la guerra, es aprovechado por la mafia fujimorista para crear el mito de que Alberto Fujimori acabo con el terrorismo, por lo tanto, ellos serían  los únicos que pueden asegurar que este no renazca.
Ahora saben que es de conocimiento público no solo los asesinatos y el robo del erario público que se cometieron durante la dictadura, sino que además resulta evidente la utilización política que hizo del terrorismo, antes bien que combatirlo, este fenómeno le dio todo el marco que necesitaba para usurpar los poderes del Estado y obtener la patente para cometer sus actos delincuenciales sin la fiscalización que garantiza un balance de poderes en una democracia activa.
Por esta razón, de la manera más grosera se han dedicado a “terruquear”, encontrando complots “rojos” y descubriendo “terrucos” infiltrados por todos lados, sin reparar en los derechos de las personas, destruyendo incluso las instituciones y arrastrando a todos los que se oponen a su “pogrom”.
Es ahora, más que nunca, un deber ciudadano preservar la memoria de lo que nos pasó, de lo que significó para el país dos décadas de un enfrentamiento armado que desangro al país y creo una brecha de odio entre los peruanos, una herida que aún no termina de cerrarse y que ahora por motivos de proselitismo político algunos pretenden reabrir, porque solo pueden mantener el control a través del miedo.
Ser de izquierda, ser anti fujimorista, luchar contra las medidas antipopulares del gobierno, marchar contra la corrupción o defender los derechos humanos, no nos convierte en terroristas, ni en simpatizante de los terroristas; no permitamos que confundan nuestra mente solo para sumar adherencias.
La verdad debe ser dicha y mostrada como esta sucedió, una guerra sucia en la que ambos bandos cometieron atrocidades contra la población civil, crímenes de lesa humanidad; es muy importante que las circunstancias políticas y sociales que desembocaron en esta cruenta situación no vuelvan a convocarse.                                                                             Queremos un país unido, construyendo una patria con justicia social, avanzando en el desarrollo y la tecnología para mejorar la calidad de vida de nuestra población, luchando contra la corrupción y la delincuencia; no podemos permitirnos el lujo de olvidar nuestro pasado, de cometer los mismos errores, de reabrir heridas que nos separan.
El LUM debe subsistir, con la claridad del mensaje que trasmite, defenderlo es demostrar la calidad de ciudadanos que somos.

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