La ampliación del
alcance de la educación superior ha traído como consecuencia un deterioro en la
calidad de la misma; no solo hay que tener en cuenta los cientos de academias e
institutos creados en las últimas décadas, también las universidades que surgen
por doquier, de las cuales solo unas pocas merecen el nombre de tales.
Pero el problema no
termina allí, hay una reforma mas profunda que se ha producido en el campo de
la educación superior, y esta viene como consecuencia del dominio de la empresa
dentro del fenómeno de la globalización; se trata del taylorismo aplicado al
sistema educativo.
Como sabemos el
taylorismo fue impuesto en la era industrial a comienzos del siglo pasado como
perfeccionamiento del llamado fordismo; consiste en capacitar a cada obrero en
una función muy especifica la cual repetirá indefinidamente bajo el control de
un supervisor con la finalidad, primero, de optimizar la producción, y segundo,
de evitar que los trabajadores tengan un completo control del proceso
productivo de la fábrica.
Hoy en día este mismo
sistema es aplicado para entrenar al estrato intelectual del país, la malla
curricular de los centros superiores y universidades, han estrechado sus
especialidades hasta eliminar todas las materias que no tengan que ver
directamente con una utilidad especifica de la especialidad que ha sido
definida.
La meta es conseguir
capacitar una casta de tecnócratas, con una sola habilidad, sin una visión
total del entorno, entrenados exclusivamente para cubrir ciertos puestos de
trabajo; en otras palabras, seguimos entrenando mano de obra (intelectual en
este caso) barata para alimentar las necesidades de la empresa privada.
Se ha desvirtuado de
esta manera el objeto central de los estudios universitarios; universidad es una
palabra que proviene del latín, significa universal, en el caso quiere decir
casa del conocimiento universal, por ende, las personas asisten a sus aulas
para adquirir el conocimiento acumulado por la humanidad.
No se malentienda, la
especialización en buena, y deseada, queremos profesionales con conocimientos
profundos sobre cada materia, pero una adecuada especialización no conlleva a confinar
al individuo en el marco de una materia especifica; el verdadero profesional tiene
que tener además la capacidad de desenvolverse dentro de los conocimientos básicos
que el entorno cultural demanda.
Es común escuchar a los
jóvenes hoy en día : “para que voy a llevar cursos de literatura si yo quiero
ser contador” “no necesito aprender matemáticas porque yo voy a ser abogado” “no
me sirve de nada aprender historia siendo ingeniero” y otros por el estilo; ninguno
parece entender la magnitud del error que cometen, si a nuestro cerebro no le
adiestramos a ser multifacético, nos vamos convirtiendo en maquinas monocromáticas,
sin la capacidad de analizar todo el contorno social, cultural, político, que
las relaciones humanas crean en su interacción diaria.
Estamos hablando de un
contador al cual le encargan llevar los libros de una gran empresa y no reconoce
los grandes casos de estafa y corrupción porque no lee, de un abogado que lleva
un caso de narcotráfico y no puede leer los estados financieros de los centros
de lavado de dinero, de un ingeniero que le encargan construir un puente y no
es capaz de analizar el impacto socio cultural de la zona indicada, y muchos
casos más que se podrían enumerar; estos
“profesionales” solo les interesa lo que “afecta” a su tarea especifica y se
lavan las manos de las consecuencias o daños colaterales de sus acciones.
Cuando esta casta logra
llegar al gobierno es lo que se ha dado en llamar la “tecnocracia”, que se
supone es más eficiente porque solo se fija en los resultados, y hablamos de
resultados económicos exclusivamente, porque no se interesan mas en el lado
humano; esa es la corriente cultural impuesta por el neoliberalismo, solo importa
llegar a la meta a despecho de cual vía es la que se tome para llegar.
Es parte de la deshumanización
de las sociedades y tenemos el deber de revelarlo y combatirlo; nuestras universidades
tienen que ser centros donde se imparten conocimientos universales, creando
individuos no solo capacitados técnicamente, sino entronizados en la cultura de
nuestros tiempos, seres capaces de razonar, con un amplio sentido crítico, capaces
de ser no solo una pieza de la maquinaria global, sino lideres el cambio,
innovadores, rompiendo rutinas para ser no solo eficaces sino además eficientes.
La construcción de la
patria que queremos necesita de estos profesionales y hay que forjarlos en las
universidades hoy.
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