Caracas es la cuna de Bolívar,
de donde partió la expedición libertadora para expulsar al colonialismo español
de toda América; Venezuela, su heredera, se encuentra nuevamente hoy bajo
ataque de una potencia extranjera.
El gobierno de Estados
Unidos, bajo la egida de Trump, le impuso un bloqueo comercial ilegal,
impidiendo la llegada al país de medicinas, alimentos y la maquinaria necesaria
para el normal funcionamiento del Estado, asfixiando al pueblo y buscando la caída
del gobierno.
A la vez que manipuló el
mercado financiero, a través de sus adláteres, traficando con la moneda para crear
una hiperinflación, las grandes empresas esconden los alimentos para venderlos
a precios exorbitantes en el mercado negro, las agencias norteamericanas
financian y alientan a las facciones mas radicales de la derecha opositora para
que cometan actos violentos de protesta, tratando de arrinconar al gobierno.
El interés concreto de
la potencia norteamericana es acceder al control de los inmensos recursos
petroleros de Venezuela, para ello preparan una intervención militar desde
Colombia, “para restaurar el orden y la democracia”.
Los pretextos son
evidentes, hablan de una crisis humanitaria que ellos mismos han provocado con
el embargo comercial, hablan de un gobierno ilegitimo y dictatorial, olvidando
como azuzaron y apoyaron las dictaduras militares sangrientas en América Latina
en décadas pasadas, hablan de un gobierno corrupto que es necesario erradicar, pero
solo ven corrupción en Venezuela, cierran los ojos a los demás.
Si fuera legitimo su interés
como potencia mundial, de erigirse como policía internacional, deberían poner
su atención en África, donde se viven reales crisis humanitarias, donde la
gente muere literalmente de hambre, o en Haití para no ir muy lejos; si hablan
de gobiernos dictatoriales, dejen de apoyar a Arabia Saudita donde la cúpula reinante
comete graves atentados contra los derechos humanos; por otro lado, si la corrupción
de un gobierno merece una intervención militar, tendríamos que pedir que ocupen
el Perú, Brasil, México, solo para empezar.
Maduro tiene que irse,
su gobierno ha caído en ilegitimidad, es legal, porque ha sido elegido democráticamente,
pero es ilegitimo porque se ha convertido en un obstáculo para la pacificación
del país.
Maduro es un mal
gobernante, ha cometido muchos errores tanto en el manejo económico el país como
en el campo político, la polarización de la sociedad venezolana, aunque
empujada por la intervención extranjera, no debió suceder, el manejo de las
reservas debió ser mas cauto ante las amenazas que se veían venir, la política
exterior debió servir para sumar apoyos y no dejar que se aísle al país internacionalmente.
Si reconocemos que hay
un gobernante ineficaz en Venezuela, esto no puede llevarnos a sostener la intervención
extranjera en ese país que lo único que busca es apoderarse de las reservas de petróleo
con que cuenta; los problemas políticos de Venezuela tienen que resolverlos los
propios venezolanos, en Perú expulsamos a Fujimori sin solicitar apoyo
extranjero, en Chile expulsaron a Pinochet, en Argentina a Videla y así los
pueblos toman su autodeterminación en las circunstancias en que viven.
Apoyamos al pueblo
venezolano en su resistencia contra la intervención extranjera, que trae
oscuros intereses, pero no significa una carta blanca para Maduro, seguiremos
apoyando al pueblo venezolano en su lucha por cambiar su sociedad, por restaurar
la democracia y tener un gobierno legítimo.
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