Parece que hasta ahora tanto la izquierda peruana como
Latinoamericana está confundiendo los términos de la contienda política, por
sentido común la posición de la izquierda es antisistema, sin embargo sus líderes
continúan luchando por entrar en el sistema antes que luchar contra él.
La sensación de que pertenecer al sistema es una forma de
ser escuchados y conseguir más adeptos se disuelve en cuanto nos damos cuenta
que este sistema está diseñado para retroalimentarse y reproducirse, a fin de
cuentas no importa mucho quien salga ganador en las elecciones, porque no puede
romper las reglas y tendrá que ajustarse un poco más o un poco menos a la
maquinaria que ya está funcionando y todo se mantiene igual; es decir unas
voces discordantes y algunos actos aislados de rebeldía no rompen el esquema,
es solo un daño colateral calculado.
Romper con el sistema requiere la reforma estructural del
Estado, lo que significa un cambio constitucional para poner sobre sus patas lo
que se encuentra cabeza abajo, es decir devolver el poder de decisión política al
ciudadano, cuyo poder actualmente se encuentra enfeudado a los grandes señores
de la política, los cuales a su vez no son más que títeres de los intereses económicos
de los monopolios transnacionales.
Si perdemos de vista este objetivo nos convertimos solamente
en una pieza más de la vieja maquinaria neoliberal, por esto más allá de las
reformas parciales y las buenas leyes, las cuales tienen su valor y se deben
apreciar como un alivio temporal a la presión sobre una parte de la población, necesitamos
insistir en que esto no traerá ninguna solución real mientras no se logre el
cambio fundamental de la base del sistema.
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