El Congreso propone fortalecer la ley de
apología del terrorismo, por supuesto actualmente todos estarán de acuerdo con
que hay que combatir duramente al terrorismo; pero aquí surge un problema, esta
ley tiene una pata coja, le falta una definición clara de que es terrorismo,
sin ella se deja las manos libres a cualquier autoridad para “interpretar” la
ley a su manera.
Acudiendo a la
definición de la RAE tenemos que terrorismo es una forma de dominación por el
terror, mediante una sucesión de actos de violencia ejecutados para infundir
terror, actuación criminal de bandas organizadas que reiteradamente y de modo
indiscriminado, pretende crear alarma social con fines políticos.
Redefiniendo, teniendo en
cuenta la experiencia latinoamericana y de acuerdo a lo planteado por la RAE,
podemos decir que terrorismo es la acción de violencia sistemática y
organizada, contra la población civil, con la finalidad de conseguir un
determinado comportamiento.
Un delincuente que hace
uso de la violencia para robar o asaltar, no puede ser considerado terrorista, pero
cuando el crimen organizado se apodera de una zona y usa la violencia para
cobrar cupos y conseguir proteger sus actividades delictivas amenazando a la población,
eso es terrorismo.
Cuando una persona rompe
la ley para oponerse al gobierno, no es un terrorista, es un rebelde, con o sin
razón es solamente un rebelde; si alguien asesina personas, pone bombas declarando
su oposición al gobierno o cualquier otro tipo de exigencias, no es un
terrorista, es un psicópata asesino.
Si un grupo político se
levanta en armas contra su gobierno y se enfrenta en combate a las fuerzas
armadas, no son terroristas, equivocados o no, son subversivos o guerrilleros; pero
cuando una fuerza de combate, de un ejército regular o subversivo, abusa y
asesina a la población civil para obtener apoyo y protección, eso califica como
terrorismo.
Hemos sido testigos,
durante una década, como Fujimori utilizó el terrorismo para infundir miedo en
la población, aferrarse al poder y justificar sus atrocidades; como fustigó las
acciones del GEIN y frustró un operativo para capturar al propio Abimael; actualmente
el fujimorismo no deja de utilizar los operativos psicosociales para seguir dominando
la opinión pública, aprovechando su mayoría absoluta en el congreso, y con la
complicidad de los apristas, logran etiquetar a cualquiera que se opone a sus
designios como terrorista.
Una ley de apología del
terrorismo, como está planteada, abre, aún más para los fujimoristas, las
posibilidades legales para escarmentar a sus opositores, es una ley dirigida específicamente
a sus contrincantes políticos.
Ahora no existen el
MRTA, cuyos ex integrantes, habiendo cumplido su carcelería, piden perdón y solicitan
reincorporase a la vida política, ni SL, cuyos escasos remanentes en el VRAE,
solo conservan el nombre, pero no tienen ningún objetivo político, solo sirven
de sicarios a los narcotraficantes de la zona; nada justifica que se trate de
levantar nuevamente el fantasma del terrorismo y mantener el temor dentro de la
población para ganar puntos electorales.
Reiteramos, esta ley de
apología esta inconclusa, ¿quieren luchar contra el terrorismo? Definámosla claramente,
y no tiemble la mano para señalar este de donde venga, de la subversión o de
los aparatos del Estado; ya Fujimori fue sentenciado por delitos de lesa
humanidad, sin embargo, los fujimoristas de siempre continúan enalteciendo las
acciones del ex presidente, aprovechando el control de que disponen desde el
congreso y los medios de comunicación; ¿hasta cuándo la población va seguir
siendo manipulada por estos facinerosos?
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