Los escándalos de
corrupción han conmovido el espacio político del país, alcanzando no solo a los
gobiernos regionales, sino además a sucesivos presidentes de la nación,
escándalos que en realidad han afectado a gran parte de los gobiernos de
América Latina.
La realidad del país es
que el fenómeno de la corrupción ha ido invadiendo el cuerpo social de la
nación por décadas, de tal manera que en la actualidad se ha convertido en una
verdadera institución social.
Esta es una infección que
nos recuerda la cadena alimenticia de la naturaleza, el pez chico alimenta al más
grande, y este a su vez a uno más grande que él y así sucesivamente hasta
llegar al más alto nivel; para ser más claros, de la coima que te cobra el policía
por no imponerte una infracción de tráfico, una parte le dan al capitán jefe de
escuadra, este le dará una parte a su comandante de unidad, y el comandante hará
llegar su parte al general jefe de división, quien a su vez le dará al Director
General y este al ministro del interior, quien seguramente compartirá con su
presidente; ¿te parece increíble? ¡Pues así es como funciona el sistema en cada
institución!
Algunos analistas identifican
la corrupción como un fenómeno propio del sistema capitalista neoliberal, lo
cierto es que ningún sistema económico considera la corrupción como uno de sus
factores instrumentales, lo que sucede en realidad es que cuando aplicas la
teoría en la práctica, el sistema neoliberal está mucho más expuesto, por sus
características, que dan una prioridad exponencial al lucro, a ser infectada
por el fenómeno de la corrupción.
En una sociedad donde
el afán de poder y dinero son una meta importante en la vida de sus individuos,
la lucha contra la corrupción se convierte en una batalla diaria; los individuos
serán siempre un blanco más asequible, por ello la importancia de colectivizar
el poder de decisión.
En el siglo XIX Lord
Acton dijo: “El poder corrompe y el poder absoluto corrompe absolutamente” y
tal figura no ha cambiado hasta nuestros días; cualquier persona individual con
suficiente poder es pasible de caer en las garras de la corrupción.
Con este conocimiento,
nuestra leyes deberían estar apuntando a que todos los puestos, al menos dentro
del gobierno del Estado, los cuales implican decisiones importantes para el
conjunto social, deban ser ejercidos colectivamente, nunca poner el poder en
manos de una sola persona; esto es válido tanto para para los presidentes de
los poderes del Estado, como para los ministerios, gobiernos regionales,
provinciales, distritales, los jueces, la policía, las fuerzas armadas, los
tribunales especializados, todos quienes
toman decisiones sobre la vida social deben obtener su legitimidad desde un consenso de opiniones, el
que no necesita ser, en la mayoría de los casos, mayor que una terna de
personas embarcadas en el tema.
Después de todo, de eso
se trata la democracia, acerca del dialogo y el consenso, no de la imposición del
criterio de una minoría “ilustrada”.
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