lunes, 25 de septiembre de 2017

EL CAMINO INSURRECCIONAL


El desarrollo de los acontecimientos parece confirmar que en el Perú, para salir del círculo de males menores y corrupción, es necesaria una insurrección ciudadana.
Los actores políticos de izquierda aún se encuentran embargados en divisiones y competencias por cuotas de poder, existe una fuerte voluntad, especialmente en el sector juvenil, por construir una alternativa coherente y con visión de futuro, pero sus esfuerzos verán resultados solo en el largo plazo.
Por el lado contrario no existe, políticamente, una derecha ilustrada, con una visión de país y con la inteligencia para formular un proyecto nacional viable.
La derecha que tenemos es una fuerza ultra reaccionaria, ramplona, fuertemente ligada a intereses económicos extranjeros, sin fuertes lazos con la nación, ellos ven al Estado como un medio de lograr objetivos personales y de su grupo social, para ello no tienen reparo en reclutar a los más indignos personajes con tal que les aseguren la funcionabilidad el sistema que los mantiene en el poder, y no dudan en usar su control de los medios a su disposición para destruir a sus contrincantes políticos.
Durante las últimas décadas el ciudadano peruano, decepcionado de la actuación de los “políticos profesionales”, está buscando nuevas opciones que representen realmente  sus intereses, de allí que la derecha, buscando proteger el sistema, impulsan el surgimiento de “outsiders”, que son gente sin partido o  ninguna organización política estructurada que los respalde, sin una ideología ni constructo social que ofrecer a la nación, son personajes con una celebridad, capaces de arrastrar votos y significan solo una imagen creada por los medios de comunicación, que se sostienen por grupos de apoyo de campaña, que son más como un club  de fans, cuyo apoyo se nutre con la esperanza de conseguir algún beneficio si su candidato logra el éxito, ciertamente contando con los importantes aportes económicos de los operadores financieros a los cuales tendrán que responder si llegan al poder; esto determina que, sin un aparato organizativo y con una fuerte dependencia económica, son personajes fácilmente manipulables.
Los operadores financieros siempre juegan a ganador, es decir no apuestan a un solo candidato, juegan con su dinero de acuerdo con las mayores o menores posibilidades que el candidato muestre en las encuestas y sus proyecciones, pero se aseguran de que cada uno de ellos tenga deudas pendientes con ellos con las cuales poder ejercer presión.
Prácticamente en todas las elecciones posteriores a 1980, la mayoría del electorado no ha tenido la posibilidad de votar por una opción propia, las elecciones han estado encaminadas a votar en contra del candidato que detestamos, esa ha sido la historia de la nueva república después del fujimorato.
En este contexto los protagonistas de la corrupción se protegen y se aseguran de tener el control del aparato del Estado y seguir manipulándolo de acuerdo con sus intereses, que están lejos de ser los que la patria necesita.
Parece que estamos envueltos en una espiral de contubernio con la corrupción, la cual ha envenenado todas las arterias de la nación, va mas allá del gobierno, mas allá del aparato estatal, lo vemos en las calles, en el ciudadano común, en los negocios privados, ya se considera normal un poco de corrupción, es práctica común ser insensible al atropello de los derechos de los demás; cada cual trata de sacar el mejor provecho en cada situación.
Una solución al entrampamiento político seria apoyar la vacancia presidencial con el objetivo de conformar un gobierno de emergencia nacional, que llevara a cabo el cambio constitucional; porque romper el círculo vicioso de la corrupción requiere empoderar al ciudadano y acabar con la delegación de poderes al “político profesional”; pero este paso requiere en primer lugar un consenso entre las fuerzas políticas, caso difícil pero posible, y además rompería con la norma constitucional, lo que sería pasible de sanción a los ejecutores y nulidad de lo actuado, si como defensores de la democracia nos nombramos.
Llegar al cambio de Constitución significa llegar a tener una mayoría en el Congreso y esto necesita de un arduo trabajo de construcción de bases y concientización del ciudadano en sus deberes cívicos; labor nada sencilla si contamos con que la derecha mafiosa tiene sometido a los medios de comunicación, tiene el suficiente poder económico para comprar con dadivas a los sectores más empobrecidos, además que el sistema presiona a la masa hacia un consumismo compulsivo y una competencia desnaturalizada; por otro lado las mismas fuerzas de izquierda y progresistas no saben aún como asumir el reto del cambio social que les ha pasado por encima sin haberse dado tiempo para adaptarse; es decir estamos hablando de un proceso que puede tomar un par de décadas, fácilmente.
Pero la historia ha demostrado, en varias oportunidades alrededor del mundo, que cuando los cambios sociales preceden con mucha ventaja a las estructuras políticas, estas pueden estallar en un salto insurreccional, que se encargue de poner al día sociedad y política; la insurrección proviene de una masa que rebasa el hartazgo que le produce  su clase política y rompe violentamente con el esquema para imponer un nuevo Estado de Derecho; hay que poner atención que no estamos hablando de lucha armada, guerra de guerrillas, u otras opciones militares; la insurrección surge así, casi de manera espontánea, donde el ciudadano de a pie, uniéndose en precarias organizaciones, sobrepasa a sus líderes, se levanta llevando al gobierno contra la pared y lleva al país a dar un radical golpe de timón.
De todas maneras, la insurrección pone también contra la pared a los líderes políticos de oposición, que se ven obligados a dejar atrás sus dudas y ponerse a la cabeza del movimiento popular, llevando a cabo los cambios que la masa ha levantado.
¿Está el Perú en el camino insurreccional? Hay que medir la presión de la calle, la decepción política en la masa silenciosa tiene un límite, este borde no es una línea matemáticamente definida, tiene diferentes valores en el espacio y el tiempo, cuando la fractura entre la sociedad civil y sus interlocutores políticos se vuelve demasiado profunda, se rompe el acuerdo social y emerge un nuevo orden.
Viene ahora las preguntas: ¿es una insurrección civil el único camino para resolver la crisis política peruana? ¿queremos realmente llegar al borde de esta situación?
Les dejo estas reflexiones para pensar.


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