Todo el país se siente removido por el
escándalo de la corrupción, prácticamente todos los gobernantes han sido
manchados por ella, Fujimori, Alan, Toledo,
Humala, Keiko, PPK, ninguno se salva, como decían en broma parece que lo de la
banda presidencial no se refería exactamente al ornamento que cruza sus pechos,
sino a un significado más cercano a la criminalística.
Si nuestro Poder Judicial fuera más competente
y no estuviera también roída por la misma corrupción, todos ellos deberían
estar ya en la misma prisión, acabando sus días plantando verduras en el jardín privado de Fujimori.
Lo más sórdido del asunto es que ahora se
discute quien robo más, piden captura de Toledo por 20 millones de dólares que
recibió de Odebrecht, pero los Fujimori, incluida la hija predilecta, siguen
campeándose con los seis mil millones que la pareja Montesinos-Fujimori
desfalco durante la dictadura, y Alan García con sus 800 millones producto de
sus fechorías de “la plata viene sola” tiene el descaro de decir que no teme a
la justicia, por supuesto se ha asegurado que sus jueces sean apristas
incondicionales también implicados en sus “negocios”; ¿esperara en Europa nuevamente
que sus crímenes prescriban?.
La marcha contra la corrupción ha servido para
demostrar la rabia y hartazgo de la población para con su clase dirigente, la
sensación que deja en el ciudadano común es que todos los políticos son
delincuentes que se encaraman al poder para enriquecerse a costa de los
bolsillos ajenos.
Pareciera que esto no tiene final, no hay una
clara solución al problema de la corrupción, si todos son corruptos y los que
no son, pronto, cuando llegan al poder, se convierten en lo mismo; ¿pero acaso
ya no estaba esto en el subconsciente de muchos peruanos? ¿No votaron muchos
por aquel que roba pero hace obra?
Hemos aceptado, implícitamente, el hecho que el
sistema reproduce la corrupción, pero no nos gusta que nos lo echen a la cara,
de la manera como el escándalo de Odebrecht lo ha hecho.
Pero vamos, que toda la derecha a saltado de
sus asientos cuando Verónica Mendoza acuso al sistema neoliberal capitalista de
acunar la corrupción; que en todas partes hay corrupción, han dicho, que el PT
de Brasil, que la Argentina de Kirchner, que la china o que Cuba; pues bueno
que haya corrupción en otras partes del mundo no justifica, ni hace menos grave
la corrupción en nuestro país; y de todas formas el sistema neoliberal es un
sistema global, que con diferentes gobiernos y en diferentes medidas se aplica
aquí y en el resto del planeta, por lo
menos en todo los que estamos interconectados a través de la economía y el
comercio, así que la excusa es muy vaga.
Si bien no podemos afirmar que el sistema
neoliberal propugna la corrupción como proceso implícito en su desarrollo, si podemos decir que la corrupción puede
atacar y volverse endémica en diferentes sistemas, ninguno está vacunado e
inmune, pero lo cierto es que en algunos sistemas le es mucho más fácil
implantarse que en otros, y esto es lo que ocurre con el capitalismo
neoliberal, pero los defensores del sistema no pueden aceptar su realidad.
La Constitución fujimorista asegura que los
contratos firmados por el Estado con empresas extranjeras no puedan ser
revisados y modificados, esto con el pretexto de asegurar la inversión
extranjera, pero esta fue una llave para todas las concesiones que Fujimori
hizo sobre nuestros recursos naturales, pero lógicamente esta ganga fue
rápidamente aprovechada por los sucesivos gobiernos para realizar sus
“faenones”; además esto se configura con aquella puerta falsa de las adendas,
mediante las cuales pueden legalmente hacer ganar una licitación a la empresa
que deseen ofreciendo el precio más bajo, con la seguridad que posteriormente antes de iniciar la obra,
mediante adendas podrán hasta duplicar o triplicar el precio pactado. Es decir
el Estado no puede negociar los contratos firmados, pero las empresas si pueden
modificar los acuerdos mediante las adendas.
Lo que podemos comprobar tras todo este
escándalo y los anteriores es que desde que Montesinos construyo para Fujimori todo este inmenso aparato
diseñado para la corrupción, creación que abarca los aparatos del Estado, las
instituciones militares, el poder judicial, el tribunal constitucional, los
medios de prensa, las instituciones financieras, todos sometidos por prebendas,
coimas o chantaje; tras la caída de Fujimori, los presidentes que le sucedieron
encontraron más fácil simplemente cortar las cabezas más resaltantes de esta
mafia, pero continuar utilizando la bien aceitada maquinaria que les brindaba
un inmenso poder y facilidad para gobernar aplastando la oposición, y claro
enriquecerse personalmente y a su grupo de allegados, sin dificultad, usando
los privilegios de gobernante, la mesa estaba servida, ¿cómo no caer en la
tentación?, además ¿si los otros lo hicieron, por qué yo no?
Cada vez se suman más razones, cada vez resulta
más claro, este sistema nos condena a repetir la historia una y otra vez, nuestra
Constitución necesita ser revocada y crear una nueva que inicie la refundación
de patria tal como la queremos; que se garantice la representación de nuestros
intereses en el congreso, no queremos nunca más firmar cartas en blanco a personajes que prometen lograr cualquier cosa para ganar una elección
y luego actúan a su libre albedrio jugando por sus propios intereses; esto
significa devolver el poder de decisión a las manos del ciudadano común, que no
nos sigan tratando como ignorantes, empujándonos a delegar en otros el poder para decidir
qué es lo mejor para nosotros.
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