viernes, 24 de marzo de 2017

LA REVOLUCION EN EL PERU



El Perú ha sido históricamente el país más atrasado de toda Latinoamérica, desde las luchas de la independencia, recordemos que nuestra clase criolla estaba tan cómoda con los privilegios que le brindaba la corona que tuvieron que llegar las tropas extranjeras para expulsar a los españoles de su último bastión, del centro de su monopolio comercial desde el puerto del Callao.
Luego con la Republica se vendieron a los ingleses, primero con el guano y luego con el caucho; la casta terrateniente se aferró hasta el último momento al poder que le otorgaba el usufructo de la tierra, así como la renta de los enclaves norteamericanos y a pesar de toda la creciente presión social, no hubieran dado paso a la reforma agraria si un sector nacionalista del ejército no la hubiera impuesto por la fuerza de las armas.
Siempre el Perú ha tenido la clase dirigente más retrograda del continente y ahora que ha sido remecida con los grandes escándalos de corrupción, ha sacado a la calle a los grupos evangelistas recalcitrantes para enfrentar los cambios sociales y la reforma del Estado que requiere la posmodernidad.
La verdadera movida sin precedentes es que la iniciativa impulsada por los grupos evangelistas ha logrado arrastrar como furgón de cola a los más fervientes cristianos, usando pasajes de la biblia como justificación para sus movilizaciones y la oposición al   implante de una supuesta ideología de género como bandera.
Por el extremismo de estas posiciones han llegado a pedir que se quite la vida de quienes presentan comportamientos que no están de acuerdo a su doctrina, se culpa por los terremotos y las inundaciones a un castigo divino por la llegada de la supuesta ideología de género.
Si antes los cristianos ponían una barrera a los evangelistas que llegaban de puerta en puerta tratando de convencerlos con sus predicas, esta vez lograron romper esas barreras y los tienen enganchados a su prédica gracias a una millonaria campaña financiada desde el extranjero; obviamente más allá de la movida política esto redime una ampliación interesante del campo de acción para la doctrina evangelista en sus diferentes corrientes, y una perdida para la iglesia católica.
Las fuerzas conservadoras están tratando de retomar posiciones ante el avance de la modernidad y las reformas propulsadas por el Estado, la intensidad con que llevan a cabo su campaña contracultura demuestra que los cambios propuestos son los que realmente van a cambiar el rostro de nuestra patria.
La experiencia histórica de nuestro pueblo nos enseña que los cambios sociales de esta magnitud no llegan por su propio impulso, como en otras culturas, se hace necesaria una revolución, llegamos al punto en que la cantidad debe convertirse en calidad, una ruptura de paradigmas, de las ideas que habíamos creído correctas hasta ahora, que habían funcionado correctamente para nosotros desde un tiempo atrás y ahora debemos cambiar, es lo que en sociología llamamos un salto epistemológico.
Debido a la naturaleza de nuestra cultura y el promedio educativo de la población, este salto tendrá que ser impuesto desde la autoridad de un gobierno, gobierno que con seguridad deberá ser espoleado por las fuerzas progresistas de la nación.
La democracia en su sentido más amplio, significa revertir el poder de decisión a los ciudadanos, pasar de un sistema que delega, cada cierto número de años, poderes casi absolutos a determinados individuos calificados como “clase política”; hacia un sistema de real representatividad, donde la opinión de los electores tenga un directo peso político en las decisiones de gobierno.
Estoy convencido que un cambio de esta magnitud, en el centro de una sociedad tradicional como la nuestra, tendrá que concretarse a través de una insurrección ciudadana, la que seguramente tendrá que contar con la solidaridad de los movimientos progresistas internacionales, tal como sucedió en el pasado con la independencia o con la quiebra del latifundismo.
En el momento presente toca abrir consensos para educar a nuestra gente en los conceptos de democracia y modernidad, estableciendo un frente común ante los conservadores radicales que quieren regresarnos a las eras de la santa inquisición.
La corrupción casi generalizada que envuelve a gran parte de los aparatos del Estado, ha generado una total decepción acerca de la llamada “clase política”, el sentimiento se refuerza con la llegada de los desates naturales en todo el país, ante la falta de prevención y donde se desvelan las coimas y malos manejos de los fondos públicos.
Es la ocasión en que el sistema se pone en peligro de colapsar, por eso sentimos los embates de los sectores reaccionarios, sin embargo, como sucedió en el pasado con el sistema semifeudal que regía el país, los dueños del poder seguirán aferrados a sus privilegios, encontrando siempre alguna salida para justificar su entronamiento, mientras no exista una fuerza capaz de liderar el cambio.
La revolución en el Perú, no tiene que ser nuevamente impuesta por la fuerza de las armas, pero si por la rebelión de las fuerzas visionarias que pugnan por romper el sistema económico-político que somete a la mayoría a una vida de necesidades irresueltas para satisfacer los lujos de una minoría parasitaria.


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