El clan de los Fujimori
esta embebido por la lujuria del poder, ya probaron del dulce néctar del poder
absoluto bajo los auspicios del padrino Montesinos, y necesitan más, siempre
más.
La hija del reo muerde
la rabia por las ansias de llegar y siempre quedar en segundo lugar, lanza su
jauría en el congreso a desgarrar todo aquel que se interponga en sus
ambiciones; la soberbia desborda sus límites, la arrogancia es su vestimenta
habitual.
Ha tenido la precaución
de escoger a su jauría entre los menos dotados intelectualmente, necesita
sicarios no pensadores, becerriles, chacones y galarretas son preciados
ejemplos de su manada; obedecen, no razonan.
Pero la codicia es
impaciente y el hijo zoófilo del reo no quiere esperar tranquilamente su turno,
toma en cuenta de que la hermana poderosa está condenada a ser segundilla, y no
le parece justo, se desmarca del equipo y quiere hacer su propia jugada, después
de todo ya mantuvo un perfil bajo para no entorpecer el camino de la hermana,
pero fue suficiente, hasta Sashi empieza a preguntarse en cuanto tiempo le
llega su turno.
Para los Fujimori, el
Perú es fácil, unas bolsas de arroz, unos tápers, un par de computadoras aquí y
allá; asunto resuelto, después de todo hay tanta miseria en el país, solo
necesitan que haya más terrorismo, crearlo de donde sea, mas inseguridad, así
siempre habrá quienes clamen por un gobierno autoritario que llegue a salvar la
situación; y para eso ellos siempre estarán listos.
La corrupción es una
maquinaria que han aprendido a manejar eficientemente, los millones de dólares correrán
nuevamente hacia sus cuentas, ninguna oposición será permitida, volverán a
funcionar los hornos y los ejecutores como Colina.
Nosotros los creamos,
están hechos para el Perú, a nosotros nos toca destronarlos y echar abajo sus
sueños de grandeza, porque la patria no se merece esta calaña de gobernantes.
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