miércoles, 7 de junio de 2017

TECNOLOGIA Y DESEMPLEO


El sistema capitalista de desarrollo exige a la industria de bienes y servicios que sea extremadamente competitiva, para sobrevivir tiene que estar en constante renovación para posicionarse en un mercado cada vez más complejo; la tecnología es la llave del éxito en esta interminable carrera por mantenerse activo en el mercado, quien se apropia de la tecnología de punta, no solo sobrevive, sino que saca el mayor provecho de su negocio.
Sin embargo desde la aparición de las primeras máquinas propulsadas por la fuerza del vapor en el siglo XVII (la revolución industrial), la aparición de nuevas tecnologías han ido desplazando la mano de obra en una proporción algebraica, es decir, a mayor tecnología, mayor desempleo; esta ecuación no ha variado en los siguientes siglos, más bien se ha reforzado ampliamente, creando un fenómeno global que crece como una bola de nieve rodando por la pendiente, originando una serie de crisis en el sistema económico,  la cual se viene enfrentando con parches temporales que solo dilatan el estallido final.
La paradoja histórica es que, los nuevos inventos y la tecnología están supuestos a ayudar al hombre moderno, a liberarlo de la pesada carga del trabajo físico, hacer su vida más liviana, sin embargo, dentro de este sistema inequitativo, al liberarlo del trabajo lo separa también de fuente de ingresos económicos, que es su único medio de subsistencia, y lo condena a un régimen semifeudal, donde debido a la gran oferta de mano de obra, tiene que aceptar injustas condiciones  y mal baratear su fuerza de trabajo hasta límites nunca vistos antes en su intento de sobrevivir; esto mientras los dueños del capital financiero multiplican sus ganancias inmoralmente, bajo la legalidad de un Estado controlado por sus intereses.
¿Es esta ecuación inmutable y estamos condenados a sufrir sus consecuencias indefinidamente?
Definitivamente NO, esta situación ha sido creada artificialmente por el sistema capitalista que los dueños del poder se empeñan en defender, no es el orden natural de las cosas, como quieren hacernos creer.
En primer lugar, la inventiva del hombre ha sido aguzada siempre por la necesidad, es decir la técnica está  al servicio de hacer más fácil la vida; en segundo lugar, el provecho de la técnica debe ser compartido, porque cada nueva tecnología se levanta sobre los hombros de quienes les antecedieron, no existen los Robinsones, vivimos en una sociedad compleja cuyas interacciones la impulsan hacia el desarrollo, nadie existe como individuo aislado de su entorno; ese es el orden natural de las cosas.
Es cierto que el lucro se ha convertido en el motor de la innovación, estamos todavía a un par de siglos de cambiar eso y lograr aquel hombre nuevo que soñó el Che, cuya motivación sea el honor y su premio el reconocimiento moral; pero lo que si podemos cambiar antes de acabar el presente siglo es el sistema de distribución de la riqueza, de manera que el emprendedor, el dueño de la tecnología reciba no solo el reconocimiento moral por su dedicación, sino además la merecida retribución económica que le corresponde, como incentivo a que los demás traten de alcanzar sus mejores logros, pero que además, mediante un justo sistema tributario, la riqueza obtenida pueda ser equitativamente aprovechada por el resto de la sociedad.
Liberar al hombre del trabajo manual no debe significar sustraerle la fuente de sustento, la tecnología está constantemente elevando la productividad significativamente, por tanto, se eleva el PBI, lo que genera la riqueza de un país, sin embargo, el sistema redistributivo vigente genera un cuello de botella donde solo una pequeña minoría puede alcanzar los beneficios de este incremento.
La incongruencia del sistema es que, desalojando la mano de obra para crear mayor ganancia, está también reduciendo el mercado potencial para su producción, a mayor desempleo la gente tiene menor capacidad de compra y la economía cae en recesión, lo cual este sistema enfrenta temporalmente inyectando inversiones desde la caja fiscal, es decir del dinero de todos nosotros, somos los contribuyentes quienes salvamos, con nuestros aportes, a la gran empresa para que esta nos continúe explotando como trabajadores; pero esta medida es solo un parche, puesto que el circulo de las crisis del capitalismo no es realmente un circulo, sino una espiral, las crisis se hacen cada vez más frecuentes y los fondos de rescate se vuelven cada vez más ineficientes.
En determinado punto esto tiene que parar, el cambio constitucional que se propone, no solo tiene que enfocarse en la ampliación de la democracia, sino que debe tomar acción sobre el sistema redistributivo que se establece mediante la tasa impositiva tributaria; para que sea equitativa debe gravar progresivamente con  mayor peso a los que obtienen más altos ingresos que a aquellos que están por debajo; poner énfasis en la recaudación para evitar la evasión, en especial de los grandes conglomerados empresariales.
Finalmente, redistribución no significa premiar la incapacidad o la ociosidad, todos debemos tener la obligación de aportar, desde el que vende caramelos en la puerta de su casa, hasta el que tiene un negocio exitoso, y la retribución tendrá que ser de acuerdo a su contribución, lo que tenemos que parar es la subvención que estamos dando al gran capital para su supervivencia sin que recibamos una justa retribución.


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