Los sectores mas
conservadores de la derecha peruana critican de la izquierda su posición
antisistema, tratando de empatar el contenido de antisistema con anarquía, caos
o dictadura.
Un principio básico, de
quien se declara de izquierda, es ser antisistema, porque criticamos un sistema
impuesto globalmente que apunta a hacer crecer las economías de los países a
costa de la sobreexplotación de la mayoría de su población, con una democracia
que delega el poder ciudadano a una elite política que mantiene secuestrada la
institucionalidad del Estado, con un modelo económico que otorga absoluta
supremacía al afán de lucro sobre el bienestar ciudadano, ensanchando cada vez
mas la brecha entre una amplia base de pobres y una pequeño vértice de ricos.
Una nueva constitución,
para redefinir los sustentos de nuestra nación, es indispensable para cambiar
el sistema; nótese que digo cambiar el sistema, no se trata simplemente de
traerse abajo lo existente.
Elaborar un nuevo
sistema político y económico para la nación, no puede dejarse en manos de
“políticos profesionales”; es el error que hemos estado cometiendo por décadas,
donde estos políticos luego se adueñan del poder y manejan el Estado de acuerdo
a sus propios intereses, sin dar cuenta al ciudadano que los eligió.
Una deficiencia
endémica de los procesos de izquierda, especialmente en América Latina, es la
carencia de líderes, entendido como los sujetos que trabajan dentro de las
bases constituidas de una organización política, van creando espacios de
expresión ciudadana, enseñando a la vez que aprendiendo con su gente, delegando
responsabilidades, impulsando nuevos liderazgos y construyendo las bases para
una nueva generación de lideres de recambio, tomando las decisiones en acuerdo
con su gente de base a partir de que las han comprendido correctamente; un líder
no es indispensable, siempre habrá alguien de recambio sin que afecte el
proyecto político.
Lo que hemos tenido,
hasta ahora, son caudillos, que se proclaman jefes de sus propias
organizaciones, cuyo poder defienden con ardor, rodeados de una cúpula que los
adula y aprovecha las ventajas de ese poder, cúpula dirigente que se sienten dueños
de la organización y que por ello defenestran a todo el que no se alinea con su
dirección, son dueños de la única verdad y el resto de equivocados tiene que
someterse.
Por esta razón las
experiencias de la izquierda en Latino América fracasan inmediatamente que sus
caudillos caen en desgracia, no hay una visión de futuro con una ideología de
vanguardia que sirva de fundamento a una militancia perdurable.
La debacle de las
instituciones del Estado, actualmente en el Perú, presenta una nueva
oportunidad, (la tuvimos en el 2000 con la caída de la dictadura fujimorista)
para dirigir esa ira e impotencia ciudadana frente al alcance de la corrupción
que se ha destapado, e impulsar la necesidad de repensar los fundamentos de
nuestra patria dándole una nueva Constitución que refleje el sentimiento de la
gran mayoría de los ciudadanos y nos mantenga en control de ese poder.
Las constituciones, en
nuestros países, cambian frecuentemente, porque fueron creadas de acuerdo a
intereses políticos del grupo hegemónico que está en el poder
circunstancialmente.
Una Constitución que
perdure en el tiempo necesita dejar de lado las definiciones puntuales del
sistema, lo que debe ser trabajado por las leyes; la Constitución debe
centrarse en el como llegar a decidir los temas centrales de la nación, antes
que adelantar decisiones que, con el tiempo y con las variaciones de la
política, van a cambiar y dejan anacrónico el texto constitucional.
El fundamento de la
nueva Constitución tiene que ser romper con la delegación de poderes que
sostiene el presente sistema, devolviendo el poder de decisión al ciudadano,
como cimiento de la democracia.
Un Congreso de
representantes, elegido por departamentos electorales, los cuales a su vez se
subdividen en provincias electorales y estas en distritos electorales, hasta
llegar a secciones electorales, las que podrían coincidir con las mesas de
votación actuales.
De tal manera que todas
las propuestas de ley que se presenten en el Congreso sean en primer lugar
debatidas y votadas en cada sección electoral, cuyos resultados numéricos, con
votos en mayoría y minoría, sean elevados a los siguientes escalones superiores
hasta llegar a sus representantes en el Congreso; de esta manera se despoja al
congresista del poder de decisión personal, sujetándose exclusivamente al
mandato de sus electores.
Los congresistas
siempre mantendrán la capacidad de iniciativa, pero tienen la obligación de conseguir
la aprobación de sus propuestas por parte del ciudadano.
Esto es quebrar la
columna vertebral del sistema delegativo, que discrimina la capacidad del
ciudadano en decidir sus propios destinos, cerrando el círculo de poder en una
elite política y ser capaces de convertirlo en una democracia representativa,
democracia directa, en un proceso plebiscitario permanente.
Quebrar asimismo el
poder indebidamente otorgado a las organizaciones políticas, corrigiendo la
paradoja que se produce disponiendo que nadie puede postular en las elecciones
sin pertenecer a una organización política, sin embargo, una vez que eres
elegido, puedes cambiar de bando o simplemente renunciar a tu afiliación política
sin que eso afecte tu representación, dándose el caso que incluso muchos candidatos
son elegidos en gracia al porcentaje obtenido por su organización antes que por
la votación que personalmente obtuvieron.
Escuchamos decir que
los partidos políticos son la base de la democracia y por tanto deben ser
protegidos y se les otorgan ventajas, falso, el fenómeno social de la globalización
ha disgregado las antiguas clases sociales, creando una diáspora de estratos
cuyos limites resultan bastante borrosos, dejando solo una división muy clara,
pero genérica, entre pobres y ricos, explotados y explotadores, destruyendo así
la base de lo que conocíamos como partidos políticos, representantes de los
intereses de una clase social, con una ideología de vanguardia, con una
doctrina creadora de mística, con una estructura organizacional vertical y
escalonada; ya no existen más.
Los que ahora se hacen
llamar partidos políticos, no pasan de ser organizaciones políticas de
sufragantes, cuyo accionar se limita a organizar campañas para lanzar
candidatos en determinado proceso electoral.
En consecuencia, deberíamos
determinar que cada candidato postule por si mismo, con sus propias propuestas,
en igualdad de condiciones, para ser elegido por sus propios méritos; las
organizaciones políticas son libres de hacer campaña y apoyar a tal o tales
candidatos, pero son los propios candidatos los responsables por sus propuestas
y de ganarse el apoyo ciudadano.
En resumen, no va mas
la practica de otorgar poderes a las organizaciones políticas, no mas delegar
el poder en candidatos, dándoles carta blanca para tomar decisiones en nuestro
nombre, y toca ahora devolver el poder del gobierno al ciudadano común.
Insisto, una nueva Constitución,
para ser duradera, necesita centrarse, en primer lugar, en definir los derechos
civiles de todo ciudadano, luego describir la estructura del Estado así como sus
funciones, y también concretar la forma de gobierno, entendiéndose esta en cómo
y quienes van a tomar las decisiones de Estado; las definiciones de fondo tienen
que dejarse a cargo de las leyes, pues están cambian conforme las circunstancias
políticas y sociales del país se van trasformando, mientras que las normas de
la Constitución deben permanecer, pues son las que nos definen como nación.