¡NO! No queremos otra banda de congresistas coludidos
con la mafia y de espaldas a la necesidad ciudadana. ¿pero que podemos hacer
para evitarlo?
El cierre de congreso fue un gran paso para combatir a
la mafia enquistada en dicha institución, encargada de bloquear, con su mayoría
absoluta, las acciones del ejecutivo dirigidas a expulsar esos agentes de la
corrupción instalados en las instituciones del Estado, así como de blindar a
los mismos bajo el manto de la inmunidad.
La gran pregunta que muchos se hicieron fue: ¿será el
próximo congreso mejor que el anterior? ¿Cómo podemos garantizar que esta vez
tendremos unos congresistas honestos y que realmente representen los intereses
de sus respectivas comunidades ciudadanas?
Jason Brennan, filosofo norteamericano, respalda la
atrevida alocución que Carlos Mesía, constitucionalista, hacía desde el
congreso del Perú: “al pueblo no se le hace caso, al pueblo se le gobierna”; a
su vez Brennan coincide con Sócrates en la idea que la democracia es un sistema
defectuoso, el postulaba que no era la cantidad, el pueblo, la masa, lo que definía
un justo sistema de gobierno, sino la calidad de los que deciden; solo que Sócrates
lo hacía criticando la manipulación que algunos con intereses de poder hacían de
la masa ciudadana, ¿no nos suena algo conocido?.
Esta visión elitista de gobierno nos ha perseguido
desde los inicios de la república, o más bien deberíamos decir, desde los
inicios de la historia; en el principio de los tiempos quienes tomaban el poder
de sus comunidades eran los mas fuertes, capaces de cazar y conseguir alimento
para su grupo humano, así como capaces de luchar para defenderlos de los
depredadores, luego surgieron los especialistas, aquellos que adquirieron los
conocimientos acerca del tiempo de siembra y cosecha, sobre el movimiento migratorio
de los animales, sobre los cambios climatológicos, etc. los cuales se mezclaron
con otros grupos que crearon supersticiones y cultos religiosos, mas tarde
fueron sometidos por los propietarios de las tierras usurpadas por propia
iniciativa, para luego delegar el poder en una aristocracia monárquica,
supuestamente entronada por un poder divino; con el advenimiento de las repúblicas,
cambiaron las caras, cambiaron las formas, ahora algunos reconocidos como
ciudadanos tenían derecho a votar cada cierto tiempo, pero el sistema siguió
delegando el poder de decisión en manos de una elite política.
La idea de fondo en este pensamiento es que la
mayoría, el pueblo, la gente común, no entiende nada de política, ni del manejo
de la economía, ni del interés publico o la seguridad nacional, por tanto, mal
podrían tomar decisiones al respecto, de allí la necesidad de que se faculte a
los “especialistas” a tomar las decisiones que son las mejores para el
bienestar general.
Afirmación que esconde una verdad a medias, lo cual
resulta en una efectiva mentira muy conveniente para la conservación del
sistema.
Es muy cierto, por supuesto, que no todos somos
entendidos en muchos campos usuales de gobierno, la mayoría de ciudadanos
comunes no tiene las capacidades suficientes para tomar las decisiones de
estado que pueden ser requeridas, pero tampoco esto quiere decir que debemos
dejar en manos ajenas dichas decisiones, porque nada tampoco nos garantiza que
aquellos a los que designemos tengan mejor criterio que nosotros, a las pruebas
me remito, hemos elegido algunos congresistas que vagamente podemos afirmar que
pasaron por una escuela y sin embargo merecieron nuestros votos; pasamos
entonces a poner en tela de juicio la capacidad del ciudadano común, no solo
para tomar decisiones de estado, sino para elegir correctamente a sus
representantes.
¿Es cierto entonces que la democracia es un sistema
fallido?
Comencemos por reconocer que como seres humanos somos
falibles, tenemos una tendencia a equivocarnos de muchas maneras, aprendemos en
el camino; ¿Cómo relativizamos esto dentro de un sistema democrático?; dos
soportes son necesarios: primero, cuando se colectivizan las decisiones se
tiende a corregir las falsas apreciaciones que puede acometer un individuo, dos
cabezas piensan mejor que una, cuatro, seis o más crearan más puntos de vista y
una mayor discusión acerca de un asunto, siempre guardando un necesario balance
para evitar el burocratismo, que provoca un prolongamiento innecesario de las
decisiones; segundo, los mecanismos de legitimación y control de las decisiones
que toman nuestros representantes deben ser trasparente y directa en forma y
tiempo.
Ciertamente, como afirmaba Sócrates, no es la cantidad
sino la calidad de los votantes la que construye un buen gobierno, pero también
tenemos la certeza de que la única manera de elevar la calidad de nuestra
ciudadanía es la adquisición del conocimiento, el conocimiento que esta fundado en dos
pilares: educación e información; entendemos ahora que, si ambos medios están
en manos de la elite que disfruta los privilegios del poder, no cederán
graciosamente su cuota de poder solo para favorecer a una mayoría.
Es decir, la calidad de los votantes solo podrá elevarse
apoyándose en la cantidad de los mismos, solo bajo la presión de los de abajo se
logrará que los de arriba expandan el alcance del conocimiento hacia la mayoría
ciudadana.
¿Entonces debemos esperar el brote de una revolución
ciudadana, que fuerce una educación masiva de buen nivel y el flujo continuo de
información, para pretender haber arribado a una democracia plena?
Como hemos comprobado, una y otra vez, tanto en el
ámbito político, como en la vida diaria, una avanzada educación tampoco
garantiza integridad de las personas, conocemos individuos con los mejores
títulos profesionales, que, sin embargo, si no delinquen, por lo menos cometen
graves errores de apreciación; ningún ser humano es infalible, hasta el
individuo más impoluto tiene debilidades.
Hay que volver a destacar, entonces, la mejor garantía
de que las decisiones de Estado se tomen con honestidad, es que estas sean
colectivizadas y que exista un mecanismo de control directo, con revocación
inmediata; la masa ciudadana se puede equivocar, es cierto, pero, a fin de
cuentas, es ella la que sufrirá las consecuencias de sus errores, y es más
fácil que el conjunto de ciudadanos asuma sus errores y encuentre la manera de
rectificarse, antes que una elite política privilegiada lo acepte y muestre su
culpa.
Cerramos el congreso porque estábamos hartos de la obstrucción
al gobierno y el blindaje a la corrupción, tenemos un proceso electoral a
puertas para elegir un nuevo congreso, supuestamente vamos a elegir a personas
con mayor valor para representarnos, también exigiremos que se hagan las
reformas políticas necesarias para que nuestra representación sea legitima y
por supuesto controlar que ninguno de los corruptos y quienes los blindaron
regresen a ocupar una curul.
Sin embargo, el actual sistema electoral esta diseñado
para favorecer a las dirigencias de las organizaciones políticas, de las cuales
una gran mayoría son cascarones electorales, sin contenido ideológico, ni una vida
política activa en comités locales, es decir son maquinarias creadas solo para
conseguir votos en tiempo de campaña; y teniendo en cuenta, además, que muchas
de estas dirigencias están enquistadas por grupos que buscan alcanzar sus
propios intereses; nos atrevemos a pronosticar que tendremos nuevamente un
congreso dominado por aspiraciones ajenas al bienestar ciudadano.
Es más, las cláusulas constitucionales nos obligan a
mantener los congresistas elegidos por todo un periodo, aunque estos hayan
cambiado sus preferencias políticas, faltado a sus ofrecimientos o se encuentren
totalmente desvinculados de su comunidad de electores; lo que los convierte, en
realidad, en propietarios de una delegación de poderes, por la cual han pagado
durante la campaña electoral.
Acatando lo dispuesto por las regulaciones
electorales, nuestro voto va direccionado hacia una determinada organización
política, aun en el caso que, ejerciendo nuestro derecho al voto preferencial,
marquemos nuestro voto por un candidato especifico, al pertenecer este a una
determinada agrupación política, estamos adosando votos a la misma y por lo
tanto dando oportunidad, mediante la cifra repartidora, a que salgan elegidos aquellos
a los que no queremos apoyar, pero que tienen posiciones expectantes en su
lista.
Es por eso, que ahora ciertos dirigentes, muy
conocedores del tema, proponen en sus listas de candidatos a algunos personajes
que pueden atraer la atención de los votantes, mientras que, por otro lado,
aseguran en puestos privilegiados a sus allegados, los cuales garantizaran la
defensa de sus intereses particulares.
Conociendo las trampas del sistema, nuestra opción es
no enfeudar nuestro voto con una organización cuya lista incluya a alguno de
los conocidos indeseables o algún nuevo rostro, pero que trae consigo
investigaciones o acusaciones de graves delitos, tras lo cual, con seguridad,
nos quedaran poquísimas opciones, teniendo en cuenta que estamos simplemente
tratando de poner un parche a un sistema roto desde su base.
Es importante que nos demos cuenta como este sistema
político electoral esta creado para retroalimentarse, que incluso pueden
cambiar los rostros, pero no variaran los objetivos, es importante porque hay
que trabajar en la construcción de un
nuevo sistema que garantice la correcta representación del bienestar público,
acabar con la delegación de poderes a una elite supuestamente ‘profesional’ y
convertirnos en los detentores del poder que por derecho nos corresponde dentro
de una democracia; porque no importa si somos de derecha o de izquierda, la
democracia plena garantiza el poder de la mayoría, pero con un responsable
respeto al derecho de la minoría.
Porque el país necesita, no solo de una izquierda
ilustrada y consecuente, marcando distancias con radicalismos e ideologías
autoritarias, sino también le hace falta una derecha lucida y decente que
entierre a la derecha bruta y achorada, que se ha ganado su titulo como
consecuencia de sus fechorías.
La modificación del sistema político, trae profundas
transformaciones que necesitaran incluirse en una nueva constitución, cambios
imprescindibles dado el hecho que el presente sistema permite la reproducción de
una situación política injusta e indeseable por la corrupción que anida en su
interior, los ciudadanos nos hemos manifestado en contra
y demandamos en
voz alta: ¡¡NO QUEREMOS MAS DE LO MISMO!!